Me agarró por los hom bros para detenerm e.
—Espera un m om ento —m e susurró con una sonrisa y j adeando—.
No tienes por qué hacer esto, Palom a. No es lo que había pensado para
esta noche.
Estaba conteniéndose, pero veía en sus oj os que su autocontrol no
duraría mucho.
Me incliné hacia delante otra vez, y en esta ocasión sus brazos solo
cedieron lo j usto para perm itirm e rozar sus labios con los m íos. Lo m
iré con las cej as arqueadas, decidida. Me llevó un m om ento pronunciar
las palabras adecuadas, pero lohice.
—No m e hagas suplicar —susurré de nuevo contra su boca.
Con esas cuatro palabras, sus reservas se desvanecieron. Me besó
con fuerza y ansias. Recorrí con los dedos toda su espalda y m e detuve
en la gom a de sus calzoncillos, recorriendo nerviosa la tela fruncida.
Entonces, sus labios se volvieron m ás im pacientes y caí sobre el col-
chón cuando él se abalanzó sobre m í. Su lengua se abrió cam ino hasta
la m ía de nuevo, y cuando hice acopio del valor necesario para deslizar
la m ano entre su piel y los calzoncillos, lanzó un gemido.
Travis m e quitó la cam iseta por encim a de la cabeza, y después
su m ano baj ó im paciente por m i costado, agarró m is bragas y m e las
baj ó con una sola m ano. Su boca volvió a la m ía una vez m ás, m ien-
tras subía la m ano por la parte interior de mi muslo.Cuando sus dedosse
pasearon por donde ningún hombre me había tocado antes, solté un largo
y entrecortado suspiro. Se m e arquearon las rodillas y m e m ovía con
cada m ovim iento de su m ano, y cuando clavé m is dedos en su carne,
se colocó sobre mí.
—Palom a —m e dij o j adeando—, no tiene por qué ser esta noche.
Esperaré hasta que estés lista.
Alargué la m ano hasta el caj ón superior de su m esilla de noche y
lo abrí. Cuando noté el plástico entre los dedos, m e llevé la esquina a la
boca y desgarré el envoltorio con los dientes. Su m ano libre dej ó m i
espalda y se baj ó los calzoncillos, apartándolos de una patada, com o si
no pudiera soportar que se interpusieran entrenosotros.
El envoltorio cruj ió entre sus dedos y, tras un m om ento, los sentí
entre m is muslos.Cerrélosojos.
—Míram e, Palom a.