marcaba un hoyuelo en la mejilla. Cuanto más sonreía, más ganas tenía
de odiarlo y, aun así, eso era precisamente lo que me hacía imposible
odiarlo.
–¿Alguien sabe decirme qué presidente tenía una mujer bizca que
padecía de feítis aguda? –preguntó Chaney.
–Asegúrate de tenerlo apuntado –susurró travis–, me hará falta para
las entrevistas de trabajo.
–¡Shhh! –dije mientras tecleaba cada palabra de Chaney.
Travis sonreía, relajado en su silla. Durante el tiempo que duró la
clase, bostezaba o se apoyaba en mi brazo para mirar la pantalla. Traté
de ignorarlo con todos mis fuerzas, pero su proximidad y los músculos
abultados de su brazo me lo ponían difícil. Después, se puso a juguetear
con la pulsera de cuero negro de su muñeca hasta que Chaney nos dejó
marchar. Salí corriendo por la puerta y atravesé el pasillo. Justo cuando
ya me sentía a una distancia segura, Travis Maddox apareció a mi lado.
–¿Te lo has pensado? –preguntó mientras se colocaba las gafas de sol.
Una chica morena se plantó delante de nosotros, con los ojos como
platos y llenos de esperanza.
–Hola, Travis –canturreó, mientras jugaba con su pelo.
Me detuve, intentando esquivar su voz melosa, y se fue andando des-
pués de rodearela. Ya la hasbía visto antes, hablando de manera normal
en las zonas compartidas de los dormitorios de las chicas: Morgan Hall.
Su tono de voz entonces parecía mucho más maduro y me pregunté popr
qué creería Travis le parecía atractiva esa vocecita de niña. Balbuceó en
una octava un poco más alta, hasta que él volvió a ponerse a mi lado.
Después de sacar un mechero del bolsillo, se encendió un cigarrillo y
soltó una espesa nube de humo.
–¿Por dónde iba? Ah, si…, estabas pensando.
Hice una mueca.
–¿De qué estás hablando?
–¿Has decidido si vas a venir?
–Si digo que sí, ¿dejarás de seguirme?
Consideró mi condición y después asistió.
–Sí.
–Entonces iré.
–¿Cuándo?