la entrada de la cafetería.
Él m e levantó la barbilla.
—Todo saldrá bien. Creo firm em ente en ese rollo de que todo pasa
por una razón. Viniste aquí, Am erica conoció a Shep, descubristeis el
Círculo y algo que tienes puso el m undo de Travis Maddox patas arriba.
Piénsalo —dij o, antes de plantarm e un fugaz beso en los labios.
—¡Eh! —dij o Travis. Me cogió por la cintura, m e levantó del suelo
y volvió a dej arm e en el suelo detrás de él—. ¡Pensaba que contigo no
tendría que preocuparm e de esa m ierda, Finch! ¡Écham e una m ano!
—dij o brom eando.
Finch se apoy ó en Travis y m e guiñó un oj o.
—Hasta luego, Cookie.
Cuando Travis se volvió a m irarm e, su sonrisa se desvaneció.
—¿A qué viene ese ceño fruncido?
Sacudí la cabeza e intenté dej ar que la adrenalina siguiera su curso.
—Es que no m e gusta ese m ote. Me trae m uy m alos recuerdos.
—¿Algún apodo cariñoso del j oven m inistro?
—No —gruñí.
Travis se dio un puñetazo en la palm a de la m ano.
—¿Quieres que vay a a patearle el culo a Finch? ¿Que le dé una
lección?
Puedo dej arlo hecho trizas. No pude evitar sonreír.
—Si quisiera hacer trizas a Finch, sim plem ente le diría que Prada se
ha declarado en quiebra, y él m ism o acabaría el trabaj ito por m í.
Travis se rio y señaló la puerta.
—¡Vam os! Aquí m e estoy consum iendo.
Nos sentam os j untos en la m esa y j ugueteam os dándonos pellizcos
y codazos suaves. Travis estaba de tan buen hum or com o la noche que
perdí la apuesta. Todos los que se hallaban en la m esa se fij aron y, cuan-
do inició una m inipelea de com ida conm igo, atraj o la atención de los
que estaban sentados en las m esas de alrededor.
Puse los oj os en blanco.
—Me siento com o un anim al en el zoo.
Travis m e observó durante un m om ento, se fij ó en quienes nos m
iraban y entonces se levantó.
—I CAN’T!—gritó.