allá.
—Travis… —dij o con un suspiro, antes de poner los oj os en
blanco—.
Olvidadlo.
La expresión de Am erica dem ostraba terquedad.
—Dem onios, no, no puedes sim plem ente…
Dej ó la frase en el aire cuando Travis se sentó y pasó el brazo por
detrás de m í.
—¡Joder! ¿Todavía no han traído la com ida?
Nos reím os y brom eam os hasta que el restaurante cerró; después
nos m etim os en el coche para volver a casa. Shepley subió las escaleras
llevando a Am erica a caballito, pero Travis se quedó detrás y m e tiró
del brazo para que no los siguiera de inm ediato. Se quedó observando a
nuestros am igos hasta que desaparecieron tras la puerta y entonces m e
ofreció una sonrisa de pesar.
—Te debo una disculpa por lo de hoy, así que lo siento.
—Ya te has disculpado. Está bien.
—No, m e he disculpado por lo de Parker. No quiero que pienses
que soy una especie de psicópata que va por ahí atacando a la gente por
cualquier nim iedad—dijo él—, pero te debo una disculpa porque no te
defendí por la razón correcta.
—¿A qué te refieres? —le aprem ié.
—Salté porque dij o que quería ser el siguiente de la cola, no porque
se estuviera m etiendocontigo.
—La sim ple insinuación de que hay una cola es razón suficiente para
que m e defiendas, Trav.
—A eso voy. Estaba cabreado porque interpreté que quería acostarse
contigo.
Después de asim ilar lo que Travis quería decir, lo cogí por am bos
lados de la cam iseta y apoy é la frente contra su pecho.
—¿Sabes qué? No m e im porta —dij e, levantando la m irada hacia
él—. No m e im porta lo que diga la gente, o que perdieras los estribos,
o que le hicieras una cara nueva a Chris. Lo últim o que quiero es tener
m ala fam a, pero estoy cansada de darle explicaciones a todo el m undo
sobre nuestra am istad. Se pueden ir todos aldiablo.
La m irada de Travis se endulzó, y las com isuras de su boca se cur-