—¡Perdió los estribos delante de toda la cafetería! ¿Qué tengo que
ver y o con eso?
—Más de lo que crees —dij o Shepley, esquivando m i m irada.
Los m iré durante un m om ento y después los em puj é para abrirm
e paso escaleras arriba. Abrí las puertas de golpe, pero solo encontré un
salón vacío. La puerta de la habitación de Travis estaba cerrada, así que
llam é.
—¿Travis? Soy y o, abre.
—Lárgate, Palom a —gritó desde el otro lado de la puerta.
Me asom é y lo vi sentado en el filo de la cam a, delante de la ventana.
Toto le daba pataditas en la espalda, triste porque lo ignoraran.
—¿Qué te pasa, Trav? —pregunté.
No respondió, así que m e quedé de pie a su lado, con los brazos cru-
zados. Su m andíbula se tensó, pero no con la expresión aterradora de la
cafetería, sino que m ás bien parecía deberse a la tristeza. A una tristeza
profunda ydesesperada.
—¿No quieres hablar conm igo de lo que ha pasado?
Esperé, pero siguió en silencio; m e di m edia vuelta hacia la puerta
y finalm ente soltó unsuspiro.
—¿Te acuerdas de cuando el otro día Brazil em pezó a picarm e y tú
saliste en m i defensa? Bueno…, pues eso es lo que ha pasado. Solo que
se m e ha ido un poco de las manos.
—Estabas enfadado antes de que Chris dij era nada —dij e, después
de volver asentarmejuntoaélenlacama.
Él seguía m irando por la ventana.
—Decía en serio lo de antes. Tienes que irte, Palom a. Dios sabe que
y o no puedo alej arm e de ti.
Le toqué el brazo.
—Tú no quieres que m e vay a.
Las m andíbulas de Travis volvieron a tensarse, y después m e pasó
el brazo por encim a. Hizo una pausa y m e dio un beso en la frente,
presionando su m ej illa contra m isien.
—No im porta lo m ucho que lo intente. Me odiarás cuando todo esté
dicho y hecho.
Lo rodeé con m is brazos.
—Tenem os que ser am igos, no aceptaré un no por respuesta —dij