—Venga, vám onos.
No perdió ni un m inuto en m eterm e en su coche. Cuando lo puso en
m archa, la cogí de la m uñeca.
—¡Espera! ¿Adónde vam os?
—A casa de Shep. No quiero que esté a solas con Travis. ¿No lo has
visto? Ese tío ha perdido totalm ente el control.
—Bueno, ¡pues y o tam poco quiero estar cerca de él!
Am erica m e m iró con incredulidad.
—Obviam ente, le pasa algo. ¿No quieres saber qué es?
—Mi instinto de supervivencia prevalece sobre m i curiosidad en este
punto, Mare.
—Lo único que lo detuvo fue tu voz, Abby. Te escuchará. Tienes que
hablar conél.
Suspiré y le solté la m uñeca, dej ándom e caer sobre el respaldo de
m i asiento.
—Está bien, vam os.
Fuim os hasta el aparcam iento, y Am erica reduj o la velocidad para
detenerse entre el Charger de Shepley y la Harley de Travis. Se encam
inó hacia las escaleras, llevándose las m anos a las caderas con un toque
de su propio estilo dramático.
—¡Vam os, Abby ! —gritó Am erica, haciéndom e gestos para que la
siguiera.
Aunque dubitativa, finalm ente la seguí, pero m e detuve cuando vi a
Shepley correr escaleras abaj o y decirle algo en voz baj a a Am erica al
oído. Me m iró, sacudió la cabeza y volvió a susurrarle algo.
—¿Qué pasa? —pregunté.
—Shep… —em pezó a decir inquieta—, Shep cree que no es m uy
buena idea que entrem os. Travis continúa bastante enfadado.
—Quieres decir que cree que y o no debería entrar —dij e.
Am erica se encogió de hom bros tím idam ente y después m iró a
Shepley, que m e tocó el hom bro.
—No has hecho nada m alo, Abby, pero… no quiere verte ahora m
ism o.
—Si no he hecho nada m alo, ¿por qué no quiere verm e?
—No estoy seguro; no quiere decírm elo. Me parece que le avergüen-
za haber perdido los estribos delante de ti.