Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 131

Eso es decir m ucho. —Gracias, Trav. Procuraré que no tengas que volver a hacer de can- guro. Se apoy ó sobre su alm ohada. —Lo que tú digas. Nadie puede suj etarte el pelo com o y o. Me reí y cerré los oj os, hundiéndom e en la oscuridad. —¡Despierta, Abby ! —gritó Am erica, m ientras m e sacudía. Toto m e lam ió la cara. —¡Estoy despierta! ¡Estoy despierta! —¡Tenem os clase dentro de m edia hora! Salí de la cam a de un salto. —He estado durm iendo durante… ¿catorce horas? ¿Qué dem onios ha pasado? —¡Métete y a en la ducha! Si no estás lista en diez m inutos, m e largaré dej ándoteaquí. —¡No tengo tiem po de darm e una ducha! —dij e, m ientras m e cam biaba la ropa con la que m e había quedado dorm ida. Travis apoy ó la cabeza en la m ano y se rio. —Chicas, sois ridículas. Llegar tarde a una clase no es el fin del m undo. —Lo es para Am erica. No falta a clase y odia llegar tarde —dij e, m ientras m etía la cabeza por la cam iseta y m e ponía los tejanos. —Dej a que Mare se adelante. Yo te llevo. Salté sobre un pie y luego sobre el otro. —Mi bolso está en su coche, Trav. —Com o quieras —dij o encogiéndose de hom bros—, pero no te hagas daño de cam ino aclase. Levantó a Toto, sosteniéndolo con un brazo com o una pelota peque- ña de fútbol am ericano, y se lo llevó por el pasillo. Am erica m e m etió a toda prisa en el coche. —No puedo creer que te com prara un cachorro —dij o ella, m irando hacia atrás, m ientras sacaba el coche de donde lo tenía aparcado. Travis estaba de pie baj o el sol de la m añana, en calzoncillos y descalzo, rodeándose con los brazos por el frío. Observaba cóm o Toto olisqueaba un pedacito de hierba y lo guiaba com o un padreorgulloso. —Nunca he tenido perro —dij e—. Será una experiencia interesante. Am erica m iró a Travis antes de cam biar la m archa del Honda.