America.
Shepley le lanzó una patata frita a su primo.
–¡Aparta tus labios de la oreja de mi chica, Trav!
–¡Solo estoy estableciendo contacto!
Travis retrocedió, con las manos arriba y gesto inocente. Unas chi-
cas lo siguieron, soltando risitas y pasándose los dedos por el pelo para
llamar su atención. Él les abrió la puerta y ellas casi chillaron de placer.
America de echó a reír.
–Oh no. Estás en apuros, Abby.
–¿Qué te ha dicho? –pregunté desconfiada.
–Quiere que la lleves a casa, ¿verdad? –dijo Shepley.
America asintió y él negó con la cabeza.
–Eres una chica inteligente, Abbu. Ahora bien, si caes en su puto jue-
go y acabas cabreándote con él, no la pagues conmigo o con America,
¿vale?
Sonreí.
–A mí no me pasará Shep. ¿Acaso me has tomado por uno de esos
clones de Barbie?
–No, a ella no le va a pasar –le aseguró America, tocándole el brazo.
–No sería la primera vez, Mare. ¿Sabes cuántas veces me ha jodido
las cosas por acostarse con la mejor amiga de alguien? De pronto salir
conmigo es un conflicto de intereses, ¡porque sería confraternizar con el
enemigo! Te lo advierto, Abby –dijo mirándome–, no le pidas a Mare que
deje de verme porque te creas las gilipolleces de Trav. Date por avisada.
–No hacía falta, pero te lo agardezco –dije.
Intenté tranquilizarlo con una sonrisa, pero su pesimismo era el resul-
tado de años de decepciones causadas por las jugarretas de Travis.
America me saludó con la mano y se fue con Shepley, mientras yo me
encaminaba a la clase de la tarde. Entrecerré los ojos ante el resplandor
del sol y agarré las correas de mi mochila. Eastern era exactamente lo que
yo esperaba; desde las aulas más pequeñas hasta las caras desconocidas.
Para mí era nuevo comienzo; finalmente podía ir caminando a algún sitio
sin tener que aguantar los susurros de quienes lo sabían todo, o creían
saberlo, sobre mi pasado. Era igualque los demás estudiantes de primero
que se iban a clase con los ojos bien abiertos y ansiosos por aprender;
nada de miradas, rumores, lástima o reprobación. Solo la impresión que