–Entonces te llamas Paloma –dijo, encogiéndose de hombros.
Miré a America y luego me volví hacia Travis.
–Oye, estoy tratando de comer.
Travis respondió al desafio de le había lanzado poniéndose más
cómodo.
–Me llamo Travis. Travis Maddox.
Puse los ojos en blanco.
–Se quién eres.
–Lo sabes, ¿eh? –dijo Travis, levantando la ceja herida.
–No te hagas ilusiones. Es difícil no entererse cuando hay cincuenta
borrachos gritando tu nombre.
Travis se incorporó un poco.
–Eso me pasa a menudo
Volví a poner los ojos en blanco y Travis se echó a reír.
–¿Tienes un tic?
–¿Un qué?
–Un tic. Tus ojos no dejan de dar vueltas. –Se rio de nuevo cuando
lo fulminé con la mirada–. Aunque lo cierto es que tienes unos ojos alu-
cinantes –dijo, inclinandose a escasos centímetros de mi cara–. A ver…
¿De qué color son? ¿Grises?
Baje la mirada al plato, dejando que los largos mechonesde mi pelo
color caramelo formaran una cortina entre nosotros. No me gustaba cómo
me hacía sentir al estar tan cerca.. No quería ser como todas esas chicas
de Eastern que se ponían coloradas en su presencia. No quería que, de
ninguna manera, tuviera ese efecto sobre mí.
–Ni lo sueñes, Travis. Es como si fuera mi hermana –le advirtió
America.
–Cariño –dijo Shepley–, acabas de decirle que no lo haga. Ahora no
va a parar.
–No eres su tipo –continuó ella, ignorando a su novio
Travis fingió estar ofendido.
–¡Soy el tipo de todas!
Miré hacia él y sonreí.
–¡Ah! Una sonrisa. Al final, no seré un cabrón de cojones –dijo gui-
ñando un ojo–. Ha sido un placer conocerte, Paloma.
Dio una vuelta alrededor de la mesa y se inclinó hacia el oído de