y y o sonreí adm irando un buen trabaj o. Travis estaba de pie en el um
bral de la puerta; sonreíamientrasyomeabríapasodentrodelapartamento.
—Y vivieron felices para siem pre —dij o Travis, cerrando la puerta
detrás de
m í.
Me derrum bé en el sofá, y él se sentó a m i lado y puso m is piernas
sobre su regazo.
—¿Qué quieres hacer hoy, Palom a?
—Dorm ir. O descansar… o dorm ir.
—¿Puedo darte tu regalo prim ero? Le di un em puj ón en el hom bro.
—¿Qué dices? ¿Me has com prado un regalo? Su boca dibuj ó una
sonrisa nerviosa.
—No es una pulsera de diam antes, pero pensé que te gustaría.
—Me encantará, y a lo sé.
Me levantó las piernas y desapareció en el dorm itorio de Shepley.
Enarqué una cej a, le oí m urm urar y después apareció con una caj a. Se
sentó en el suelo a mispies,encuclillasdetrásdelacaja.
—Date prisa. Quiero que te sorprendas —dij o sonriendo.
—¿Que m e dé prisa? —pregunté, al tiem po que levantaba la tapa.
Me quedé boquiabierta cuando un par de grandes oj os negros se
quedaron mirándome.
—¿Un cachorro? —grité, m etiendo las m anos en la caj a.
Levanté al cachorrito oscuro de pelo rizado a la altura de la cara y m
e cubrió la boca de besos cálidos y húmedos.
La cara de Travis se ilum inó, triunfal.
—¿Te gusta?
—¿Que si m e gusta? ¡Me encanta! ¡Me has com prado un cachorro!
—Es un Cairn Terrier. Tuve que conducir tres horas para recogerlo el
j ueves después de clase.
—Así que cuando dij iste que te ibas con Shepley a llevar su coche
al taller…
—Fuim os a por tu regalo —asintió él.
—No para de m overse —dij e riéndom e.
—Toda chica de Kansas necesita un Toto —dij o Travis, ay udán-
dom e a suj etar la bolita de pelos en m iregazo.
—¡Sí que se parece a Toto! Así lo llam aré —dij e, frunciendo la nariz