detrás de él.
—¡Esa tía es im posible, j oder! Besé a Travis en la m ej illa.
—Aquí entro y o.
—Buena suerte —dij o Travis.
Me senté j unto a Am erica, que resopló.
—Ese tío es im posible, j oder.
Se m e escapó una risita, pero ella m e fulm inó con la m irada.
—Lo siento —dij e, forzándom e a dej ar de sonreír.
Salim os a dar un paseo en coche y Am erica gritó, lloró y volvió a
gritar un poco m ás.
A veces, em pezaba a despotricar com o si hablara directam ente con
Shepley, com o si estuviera sentado en m i sitio. Yo perm anecía en si-
lencio, dej ando que Am erica se desahogara com o solo America sabía
hacer.
—¡Me llam ó irresponsable! ¡A m í! ¡Com o si no te conociera! Com
o si no te hubiera visto sacarle a tu padre cientos de dólares bebiendo el
doble de lo que bebiste ay er. ¡Habla sin tener ni puñetera idea! ¡No sabe
cóm o era tu vida! ¡No sabe lo que y o sé, y actúa com o si fuera su hij a
en lugar de su novia! —Puse m i m ano sobre la suy a, pero la apartó—.
Pensó que tú eras el m otivo por el que lo nuestro no funcionaría, y enton-
ces acabó fastidiándolo todo él solito. Y hablando de ti, ¿qué dem onios
pasó ay er conParker?
El repentino cam bio de tem a m e cogió por sorpresa.
—¿A qué te refieres?
—Travis te organizó esa fiesta, Abby, y tú vas y te enrollas con Parker.
¡Y te extrañas de ser la com idilla de todo el m undo!
—¡No te em bales! Le dij e a Parker que no debíam os hacer eso.
¿Y qué im porta si Travis me organizó o no la fiesta? ¡No estoy con él!
Am erica no apartaba la m irada del frente y resopló por la nariz.
—Está bien, Mare. Dim e qué pasa. ¿Ahora estás enfadada conm igo?
—No, no estoy enfadada contigo. Sim plem ente, no m e gusta andar
con idiotas redomados.
Sacudí la cabeza, y después m iré por la ventanilla antes de decir algo
de lo que m e arrepentiría. Am erica siem pre había sabido cóm o hacerm
e sentir com o una auténtica mierda.
—Pero ¿te das cuenta de lo que está pasando? —m e preguntó—.