Capítulo 8
Rumores
Cuando conseguí abrir los oj os, vi que m i alm ohada estaba hecha de
tela tej ana y piernas. Travis estaba sentado con la espalda contra la ba-
ñera, com o si hubiera perdido el conocim iento. Parecía tan hecho polvo
com o m e sentía y o. Aparté la sábana y m e levanté; cuando vi el horri-
ble reflej o que m e devolvía el espej o sobre el lavabo, ahogué un grito.
Tenía un aspecto aterrador.
Se m e había corrido el rím el, tenía m anchas de lágrim as negras
en las m ej illas, la boca em badurnada de restos de pintalabios y dos m
arañas de pelo a cada lado de lacabeza.
Travis estaba rodeado de sábanas, toallas y m antas. Había im
provisado un jergónmullidodondedormirmientrasyovomitabalosquin-
cechupitosdetequila que había consum ido la noche anterior. Travis había
estado suj etándom e el pelo y se había quedado conm igo toda lanoche.
Abrí el grifo y puse la m ano debaj o hasta que el agua alcanzó la tem
peratura que quería. Mientras m e frotaba la cara, oí un quej ido que pro-
venía del suelo. Travis se m ovió, se frotó los oj os y se estiró; entonces,
m iró a su lado y se incorporó asustado.
—Estoy aquí —dij e—. ¿Por qué no te vas a la cam a y duerm es un
poco?
—¿Estás bien? —preguntó, frotándose los oj os una vez m ás.
—Sí, bien. Bueno, todo lo bien que puedo estar. Me sentiré m ej or
después de darm e una ducha.
Se levantó.
—Solo para que lo sepas, ay er por la noche m e arrebataste m i tí-
tulo de locura. No sé cóm o te las apañaste, pero no quiero que lo hagas
otravez.
—Bueno, digam os que crecí en ese am biente, Trav. No tiene
gran importancia.
Me cogió la barbilla entre las m anos y m e lim pió los restos de rím
el de debajodelosojosconsuspulgares.