Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 122

—No soy una raj ada —dij e—. Y quiero ver m i dinero. Brazil puso un billete de veinte baj o los últim os dos vasos, y después gritó a sus com pañeros deequipo. —¡Se los va a beber! ¡Necesito quince! Todos gruñeron y pusieron los oj os en blanco m ientras sacaban sus carteras para form ar un m ontón de billetes de veinte detrás del últim o vaso de chupitos. Travis había vaciado los otros cuatro que había j unto al decim oquinto. —Nunca habría pensado que podría perder cincuenta pavos en la apuesta de los quince chupitos con una chica —se quej óChris. —Pues em pieza a creértelo, Jenks —dij e, con un vasito en cada m ano. Apuré am bos vasos y esperé a que el vóm ito que m e subía por la garganta se asentara. —¿Palom a? —preguntó Travis, dando un paso hacia m í. Levanté un dedo y Brazil sonrió. —Va a perder —dij o él. —No, de eso nada. —Am erica negó con la cabeza—. Respira hondo, Abby. Cerré los oj os y respiré hondo, m ientras cogía el últim o chupito. —¡Por Dios santo, Abby ! ¡Vas a m orir de intoxicación etílica! —gri- tó Shepley. —Lo tiene baj o control —le aseguró Am erica. Eché la cabeza hacia atrás y dej é que el tequila corriera garganta abaj o. Tenía los dientes y los labios adorm ecidos desde el octavo chupito, y había dej ado de notar la fuerza de los ochenta grados desde entonces. Toda la fiesta irrumpióensilbidosygritos,mientrasBrazilmeent regabaelfajodebilletes. —Gracias —dij e con orgullo, m etiéndom e el dinero en el suj etador. —Estás increíblem ente sexi ahora —m e dij o Travis al oído m ientras caminábamoshaciaelsalón. Bailam os hasta el am anecer, y el tequila que m e corría por las venas hizo que m e olvidara de todo.