Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 121

lón. Bailé con Am erica, después con Shepley, pero cuando Chris Jenks, del equipo de fútbol, intentó bailar conm igo, Travis lo apartó tirándole de la cam iseta y le dij o que no con la cabeza. Chris se encogió de hom bros, se dio la vuelta y se puso a bailar con la prim era chica quevio. El décim o chupito m e pegó duro, y m e sentí algo m areada cuando m e puse de pie sobre el sofá de Brazil con Am erica, m ientras bailábam os com o torpes estudiantes de prim aria. Nos reíam os por nada y agitá- bam os los brazos al ritm o de la m úsica. Me tam baleé y estuve a punto de caerm e del sofá hacia atrás, pero las m anos de Travis aparecieron instantáneam ente en m is caderas para sostenerm e. —Ya has dej ado claro lo que querías dem ostrar —dij o él—. Has bebido m ás que cualquier otra chica que hay am os visto. No voy a dej ar que sigas con esto. —Por supuesto que sí —dij e arrastrando las palabras—. Me esperan seiscientos pavos en el fondo de ese vaso de chupito, y tú eres el últim o autorizado para decirm e que no puedo hacer nada pordinero. —Si vas corta de dinero, Palom a… —No voy a aceptar ningún préstam o tuy o —dij e con desdén. —Iba a sugerir que em peñaras esa pulsera —dij o sonriendo. Le di un golpe en el brazo j usto cuando Am erica em pezó la cuenta atrás para la m edianoche. Cuando las m anecillas del reloj se superpusieron en las doce, todos lo celebramos. Tenía diecinueve años. Am erica y Shepley m e besaron en am bas m ej illas, y entonces Travis m e levantó del suelo y em pezó a darm e vueltas. —Feliz cum pleaños, Palom a —dij o con una expresión am able. Mequedémirandofijamentesus cálidos ojos marronesduranteunmo- mento, sintiendo que m e perdía en ellos. La habitación se quedó conge- lada en el tiem po, mientrasnosmirábamoseluno alotro, tan cercaquepo- díasentirsu aliento enmi piel. —¡Chupitos! —dij e, tam baleándom e hasta el m ostrador. —Estás hecha polvo, Abby. Me parece que ha llegado el m om ento de dar por acabada la noche —dij o Brazil.