—¡Gracias, Abby !
Cam inam os hasta la parte trasera del edificio, y Am erica respiró
hondo antes de llam ar a la puerta. Esperam os, pero nadie vino a abrir.
—¿Es posible que no esté en casa? —pregunté.
—Claro que está en casa —respondió ella, irritada. Golpeó la m adera
con el puño y la puerta se abrió sola.
—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —gritó la m ultitud que esperaba dentro.
El techo era de burbuj as rosadas y negras, puesto que cada pulga-
da estaba cubierta de globos de helio, con largas cuerdas plateadas que
colgaban sobre las caras de los invitados. Estos se separaron y Travis se
acercó a m í con una am plia sonrisa, m e cogió por am bos lados de la
cara y m e besó la frente.
—Feliz cum pleaños, Palom a.
—No es hasta m añana —dij e.
Todavía conm ocionada, intenté sonreír a todos los que m e rodeaban.
Travis se encogió de hom bros.
—Bueno, com o te habían avisado, tuvim os que hacer algunos cam
bios de últim a hora para sorprenderte. ¿Lo hem os conseguido?
—¡Desde luego! —dij e, m ientras Finch m e abrazaba.
—¡Feliz cum pleaños, nena! —dij o Finch, m ientras m e daba un
beso en los labios.
Am erica m e dio un codazo suave.
—Menos m al que te he llevado conm igo o ¡te habrías presentado
aquí con un aspecto horrible!
—Tienes un aspecto genial —dij o Travis, dando un repaso a m i ves-
tido. Brazil m e abrazó y j untó su m ej illa contra la m ía.
—Y espero que sepas que la historia de Am erica de que « Brazil da
escalofríos» era solo un cuento para traerte aquí.
Miré a Am erica y m e sonrió.
—Funcionó, ¿no?
Después de que todo el m undo m e abrazara y m e felicitara por tur-
nos, le dij e a Am erica al oído:
—¿Dónde está Parker?
—Vendrá m ás tarde —m e susurró ella—. Shepley no ha conseguido
avisarlo hasta esta m ism a tarde.