Maravilloso desastre Maravilloso Desastre | Page 111

hacia la puerta—. Te dej o para que te vistas. Cuando agarró el pom o de la puerta se paró, frotándose el brazo. En cuanto los dedos tocaron la parte que debía de estar am oratada, se subió la m anga y vio elmoretón.Sequedómirándolounmomentoysevolvióhaciamí. —Me caí escaleras abaj o anoche. Y m e ay udaste a ir a la cam a… —dij o, conform e cribaba las im ágenes borrosas que debía de tener en su cabeza. El corazón m e latía con fuerza y m e costó tragar saliva cuando com probé que de golpe caía en la cuenta de lo ocurrido. Entrecerró losoj os. —Nosotros… —com enzó, dando un paso hacia m í, m irando el arm ario y luego la cam a. —No, no lo hicim os. No ocurrió nada —dij e, al tiem po que negaba con la cabeza. Se encogió avergonzado, y a que debía de estar recordándolo. —Em pañaste los cristales de Parker, te saqué de su coche y luego intenté… —dij o, agitando la cabeza. Se volvió hacia la puerta y agarró el pom o con los nudillos blancos—. Estás haciendo que m e convierta en un psicópata, Palom a — gruñó por encim a de m i espalda—. No pienso con claridad cuando te tengo alrededor. —¿Así que ahora es culpa m ía? Se volvió. Sus oj os pasaron de m i cara a m i ropa, a m is piernas, luego a m is pies para volver a m is oj os. —No sé. Mi m em oria está un poco brum osa…, pero no recuerdo que tú dij erasno. Me adelanté, preparada para argum entar ese pequeño hecho irrele- vante, pero no pude. Teníarazón. —¿Qué quieres que te diga, Travis? Miró la pulsera y luego a m í con oj os acusadores. —¿Esperabas que no m e acordase? —¡No! ¡Me fastidiaba que te hubieras olvidado! Sostuvo m i m irada con sus oj os m arrones. —¿Por qué? —¡Porque si y o hubiera…, si hubiéram os…, y tú no…! ¡No sé por qué!