—Palom a —dij o, m ientras suj etaba la puerta que y o le había ce-
rrado en la cara. Lentam ente, la em puj ó hasta abrirla y se quedó de pie
delante de m í esperando que lo increpase m ovida por m i ira.
—¿Recuerdas algo de lo que m e dij iste anoche? —pregunté.
—No. ¿Por qué? ¿Me com porté com o una rata? —En sus oj os iny
ectados en sangre se leía la preocupación, lo que solo servía para m ulti-
plicar m i m al hum or.
—¡No, no fuiste un rata conm igo! Tú…, nosotros… —m e tapé los
oj os con las m anos y luego m e quedé helada cuando sentí la m ano
de Travis en la muñeca.
—¿De dónde ha salido esto? —dij o, m irando airado la pulsera.
—Es m ía —dij e separándom e de él. No apartaba los oj os de m i m
uñeca.
—Nunca antes la había visto. Parece nueva.
—Lo es.
—¿De dónde la has sacado?
—Parker m e la dio hace unos quince m inutos —dij e, viendo cóm o
su cara pasaba de la confusión a la rabia.
—¿Qué coño hacen aquí las cosas de ducha? ¿Ha pasado la noche
aquí? — preguntó, elevando la voz con cada pregunta.
Me crucé de brazos.
—Fue a com prar algo por m i cum pleaños esta m añana y lo traj o.
—Todavía no es tu cum pleaños. —Se le puso la cara de color roj o
oscuro mientrasintentabamantenerlosnerviosbajocontrol.
—No podía esperar —dij e, levantando el m entón con orgullo tenaz.
—No m e extraña que tuviera que sacarte a rastras de su coche, parece
com o si estuvieras… —Fue baj ando la voz y apretando loslabios.
Entrecerré los oj os.
—¿Qué? ¿Com o si estuviera qué?
Se le tensaron las m andíbulas y respiró profundam ente, exhalando
por la nariz.
—Nada. Todavía estoy cabreado e iba a decir algo repugnante que
en realidad nopienso.
—Eso no te pasaba antes.
—Lo sé. Eso m ism o estaba pensando —dij o, m ientras cam inaba