órbitas.
—¡Guau!
—Sí, ¿verdad? —dij o Am erica asintiendo.
Travis apareció tam baleándose en un extrem o de la habitación, pa-
recía bastante hecho polvo.
—Tíos, hacéis un ruido de coj ones —se quej ó m ientras se abotona-
ba los vaqueros.
—Disculpa —dij e, liberando la m ano de la suj eción de Am erica.
Nuestro casi encuentro de la noche anterior m e vino a la cabeza y m e
parecía que no podíamirarloalosojos.
De un trago se bebió lo que quedaba de m i zum o de naranj a y luego
se secó la boca con la mano.
—¿Quién coño m e dej ó beber tanto ay er por la noche?
Am erica lo m iraba con desprecio.
—Tú solito. Te fuiste y com praste una botella de licor después de que
Abby saliera con Parker, y te la tom aste entera antes de que ella volviera.
—Maldita sea —dij o, m eneando la cabeza.
—¿Te lo pasaste bien? —preguntó m irándom e.
—¿Lo dices en serio? —solté, m ostrando rabia sin pensárm elo dos
veces.
—¿Qué?
Am erica serio.
—La sacaste a la fuerza del coche de Parker, roj o de ira cuando los
pescaste m ontándoselo com o dos críos de instituto. ¡Habían em pañado
los cristales de las ventanas ytodo!
Los oj os de Travis se desenfocaron, intentando recordar algo de la
noche anterior. Yo hice esfuerzos para contener m i m al hum or. Si no se
acordaba de que m e había sacado del coche, tam poco se acordaría de lo
cerca que estuve de entregarle m i virginidad en bandej a de plata.
—¿Cóm o de cabreada estás? —preguntó haciendo un gesto de
disgusto.
—Bastante cabreada.
La verdad es que estaba m ás enfadada por el hecho de que m is sen-
tim ientos no tuvieran que ver en absoluto con lo que había ocurrido con
Parker. Me aj usté la bata y salí furiosa del salón. Travis m e siguió inm
ediatamente.