Travis parecía volver a estar profunda y plácidam ente dorm ido, así
que decidí irm e a la ducha, deseando que el ruido de alguien m oviéndo-
se por la casa acallara los gem idos de Shepley y Am erica, y los cruj idos
y golpes de la cam a contra la pared. Cuando cerré el grifo m e di cuenta
de que a ellos no les preocupaba quién pudieraescuchar.
Me peiné y puse los oj os en blanco al escuchar los agudos gritos de
Am erica, que se parecían m ás a los de un caniche que a los de una actriz
porno. Sonó el tim bre de la puerta, cogí m i bata azul y m e aj usté el
cinturón m ientras atravesaba corriendo la sala de estar. Los ruidos de
la habitación de Shepley se acallaron inm ediatam ente y, al abrir, m e
encontré la cara de Parkersonriendo.
—Buenos días —dij o.
Con los dedos m e llevé el pelo m oj ado hacia atrás.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—No m e gustó la m anera en que nos despedim os anoche. Por la
m añana he salido a por tu regalo de cum pleaños y no podía espe-
rar a dártelo. Así que… — dijo,sacandounacajitabrillantedelbolsil
lo—,felizcumpleaños,Abs.
Me puso el paquete plateado en la m ano, y m e incliné para besarle
la m ej illa.
—Gracias.
—Venga. Quiero ver tu cara cuando lo abras.
Metí el dedo por debaj o del celo por la parte inferior de la caj a y
luego arranqué el papel, pasándoselo a él. Era una pulsera de oro blanco
con una fila de diam antes engarzados.
—Parker —susurré.
—¿Te gusta? —dij o con su deslum brante sonrisa.
—Sí —dij e, m ientras lo sostenía delante de m í, asom brada—,
pero es dem asiado. No podría aceptar esto aunque hubiera estado sa-
liendo un año contigo,ymuchomenosdespuésdeunasemana.
Parker gesticuló.
—Pensé que dirías eso. He buscado arriba y abaj o toda la m añana
para encontrar un regalo de cum pleaños perfecto y, cuando vi esto, supe
que solo hay un sitio donde pueda estar —dij o, cogiéndolo de m is m
anos y abrochándom ela alrededor de la m uñeca—. Y tenía razón. Te
quedaincreíble.