Menos de un minuto después, sonó mi móvil. Como de costum-
bre, America me enviaba un SMS a los pocos segundos de habernos
despedido.
m kedo cn Shep, t veo mñn reina dl ring
Le eché una ojeada a Kara, quien me miraba como si mi nariz fuera a
chorrear de un momento a otro.
–Era broma –le dije..
Kara asintió con indiferencia y luego bajó la mirada hacia los libros
desordenados sobre su colcha.
–Creo que voy a darme una ducha –dije mientras cogía una toalla y
mi neceser.
–Avisaré a los medios de comunicación –ironizó Kara, sin levantar
la cabeza.
Al día siguiente, Shepley y America comieron conmigo. Yo tenía toda la
intención de sentarme sola, pero, a medida que los estudiantes empeza-
ron a llenar la cafetería, tanto los compañeros de fraternidad de Shepley
como los del equipo de fútbol ocuparon las sillas a mi alrededor. Algunos
de ellos habían estado en la pelea, pero ninguno mencionó mi experien-
cia al borde del caudrilátero.
–Shep –llamó una voz de paso.
Shepley asintió con la cabeza; America y yo nos dimos la vuelta y
vimos a Travis mientras tomaba asiento al final de la mesa. Dos exube-
rantes rubias de bote con camisetas de Sigma Kappa lo seguían. Una de
ellas se sentó en el regazo de Travis, mientras que la otra se sentó junto a
él y aprovechó para toquetearle la camisa.
–Me estan entrando ganas de vomitar –murmuró America.
La rubia del regazo de Travis se volvió hacia ella.
–Te he oído, guarra.
America agarró su bocadillo, lo lanzó al otro lado de la mesa y estuvo
a punto de alcanzar la cara de la chica. Antes de que esta pudiera decir
una palabra más, Travis relajó las rodillas y la mandódirecta al suelo.
–¡Ay! -chilló ella, levantando la mirada hacia Travis.