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enmarañado ni siquiera le hizo pestañear, y fruncí el ceño por su reacción.
—¿Tú sí?
—Lo he acabado esta tarde.
—No hay que entregarlo hasta el miércoles que viene —dije, sorprendida.
—Pues yo acabo de rematarlo. ¿Qué dificultad hay en un ensayo de dos
páginas sobre Grant?
—Supongo que yo lo dejo todo para el último momento —admití,
encogiéndome de hombros. Probablemente no lo empiece hasta el fin de semana.
—Bueno, si necesitas ayuda, no tienes más que decírmelo.
Esperé a que se riera o diera alguna señal de que estaba bromeando, pero lo
decía con sinceridad.
Levanté una ceja.
—¿Tú vas a ayudarme con ese artículo?
—Tengo un sobresaliente en esa asignatura —dijo él, un poco ofendido por
mi incredulidad.
—Tiene sobresalientes en todas sus asignaturas. Es un puñetero genio. Lo
odio —dijo Shepley, mientras conducía a America al salón de la mano.
Observé a Travis con una expresión de duda y levantó las cejas.
—¿Qué? ¿Acaso crees que un tío cubierto de tatuajes y que pega puñetazos
para ganarse la vida no puede sacar buenas notas? No estoy en la universidad
porque no tenga nada mejor que hacer.
—Entonces, ¿por qué tienes que pelear? ¿Por qué no intentaste pedir una
beca? —pregunté.
—Lo hice, y me concedieron la mitad de la matrícula, pero hay libros, gastos
diarios y tengo que pagar la otra mitad en algún momento. Lo digo en serio,
Paloma. Si necesitas ayuda con algo, no tienes más que pedírmelo.
—No necesito que me ayudes. Sé escribir un ensayo.
Quería dejarlo así. Debería haberlo hecho, pero aquella nueva faceta suya
que se había revelado me picaba la curiosidad.
—¿Y no puedes encontrar otro modo de ganarte la vida? Menos, no sé,
¿sádico?
Travis se encogió de hombros.
—Es una forma fácil de ganarse la vida. No puedo ganar tanto dinero en el
centro comercial.
—No diría que encajar golpes en la cara sea fácil.
—¿Cómo? ¿Te preocupas por mí? —preguntó, parpadeando por la sorpresa.
Torcí el gesto y él se rio.
—No me alcanzan muy a menudo. Si intentan pegarme, me muevo. No es
tan difícil.
Solté una carcajada.
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