Manzanillo Nativos 65 | Page 15

núm. 65 · también sin ninguna rajadura, completo. En total sacó del costal ocho figuras, todas impecables; luego las envolvió con cuidado y las introdujo de nuevo en su costal. La verdad empecé a hacer cuentas y me dije: si son auténticas éstas se las puedo vender a algún capitán extranjero y puedo sacar buenas ganancias. Le pregunté cuánto pretendía por ellas, al tiempo que le insinuaba cierta impaciencia por el tiempo; de inmediato me dijo que quería una cantidad desorbitada, algo así como 800 pesos por cada uno y yo le ofrecí una cantidad miserable. Estuvimos mercando durante unos minutos, hasta que le dije que me tenía que retirar, que mejor regresara otro día, que no tenía más que 1800 pesos que traía en ese momento. Les dije a los ayudantes que se subieran a la camioneta para regresar rumbo al barco, cuando me dijo el fulano que estaba bien, que le diera los 1800 pesos. Entonces saqué los centavos y se los entregué, le dije que ahí dejara los monos. Enseguida los recargué en una pared cerca de la entrada del frigorífico, y esperé otro momento hasta que se retiraron. Salí como de rayo hasta el barco y alcancé a llegar todavía a tiempo. Después de entregar las cajas me pidió el mayordomo un aventón hasta Las Brisas. Luego, me dirigí al centro para llevar a los ayudantes como siempre, hasta sus aposentos, con la idea de ir a darme un baño para ver a mi novia Cuquita. Al pasar por la tienda, vi que su papá estaba cerrando el negocio y alcancé a ver que Cuquita no se encontraba por ahí, así que me fui rumbo a la casa, con el brete de revisar mi nueva adquisición. Llegué, cerré la camioneta y me dirigí hasta donde había dejado el costal, Y allí estaba, lo agarré y subí hasta mi recámara que se encontraba en la segunda planta, con mucho cuidado saqué el primero que era el perro xoloitzcuintle y traté de quitarle con mucho cuidado la capa de barro con que venía impregnado, pero no pude. Entonces busqué algo que sirviera como espátula e improvisé un cuchillo que estaba quebrado, y con la ayuda de agua le estuve tallando un buen rato, sin conseguir quitarle la capa, hasta que desistí y me dispuse a dormir, no sin antes dejar la pieza en el lavadero dentro de un balde con agua. En la mañana, lo primero que hice fue tratar de remover la capa. Logré quitar una parte y apareció un brillo: era esmalte, una señal inequívoca de que era falso. Le paré, todavía me quedaba la esperanza de platicar con Cuquita, ella los conocía, sus papás también, así que como a las 10 de la mañana fui a buscarla. Llegué como siempre: entraba y agarraba algún refresco, algunas galletas, chequeaba que no hubiera moros en la costa, le daba los buenos días y le daba un picorete en su mejilla. Después de hacer esto, la abordé, y le pregunté por los personajes de marras, a lo que me respondió: - No, yo no los conozco. Ayer me llegaron a ofrecer dizque los monos, por cierto el señor que llegó me daba mucha desconfianza, y les dije que no me interesaba nada porque yo no conozco de cosas antiguas, pero, le dije que tenía un amigo que conocía de todo, y que a lo mejor podrían hacer trato. Así que les di tu domicilio, ¿qué pasó? 15 Con lo que me platicó, me di cuenta que eran unos estafadores, así que me dije: ándale Chilaquil otra más para el repertorio. No me quedó otra más que cambiar de plática. Ni modo de quedar como pendejo. Al poco tiempo nos casamos y, para nuestra fortuna, tenía un mueble de madera que nos había hecho un carpintero en una pared de la sala, donde se encontraba el estéreo la televisión y algunos souvenires y disponía de varios entrepaños, donde quedaron muy bien los monos, permaneciendo por muchos años. La verdad, daban el gatazo de ser originales. Sacando cuentas, a través de los años y de la inflación, se fue rebasando el costo que pagué por ellos y así recuperé la inversión. Curiosamente, dos años después, por azares del destino, me encontraba en una casa de Las Brisas, de la cual era encargado, cuando llegaron dos tipos, que al momento reconocí: ¡eran ellos!; el tipo de la cicatriz y su hermano. Llegaron con el mismo cuento, les dije que si, que me interesaba lo que traían de venta, que me esperaran un momento. Mientras fui a la sala para tratar de hablar por teléfono con la policía. Cuando regresé a la puerta, ya no estaban. La deben haber maliciado como buenos pájaros de cuenta, muy buenos para defraudar, caminaban con bandera de penitentes.Y yo, cuando me tocaba darle limpieza a esa parte, no perdía la oportunidad de entonar algo musical con el pito en forma de caracol que portaba el indio colimote en su espalda. Saludos, Nativos.