Manzanillo Nativos 65 | Page 14

14 · núm. 65 nos visitaban allá en el rancho, vivi- prestado hubiera cedido. mos en Minatitlán. Miré el reloj, y ya habían pasado -¡Ah, mire!- le dije - ¿Y para qué 30 minutos, disponía de otros más, así que le pregunté: soy bueno?- agregué. me preguntó por Cecilio Nando. Dicho sujeto tenía el aspecto de una persona de campo, llevaba el pelo descuidado, de mediana estatura, un pantalón color negro y una camisa bastante sucios, y unos huaraches desgastados e impregnados de tierra; era moreno, barba cerrada, medio crecida, una visible cicatriz en el ojo izquierdo, que bajaba desde la mitad la ceja pasando por el párpado, alcanzando parte de la mejilla, que se aprecia añeja, producto de alguna riña callejera. Tenía una mirada que daba cierta desconfianza. Le dije, subiendo el tono de voz, que para qué lo buscaba. Me dijo en voz baja, como para que no escucharan mis ayudantes que veían la acción desde lejos: - Mire, vengo de parte de Cuquita. En cuanto escuché Cuquita, cambié mi forma de actuar, pues me decía mucho ese nombre. Entonces le confesé que yo era Cecilio y, enseguida, exclamó: -¡Mire!...Mi hermano y yo andamos excavando unas zanjas allá en el pueblo. Nos encontramos unos monos, de esos que hacían los indios y los trajimos a vender.Ya ve como están las cosas y pues tenemos que buscarle; en el campo es muy dura la vida. Fuimos a ver un señor por el lado de Las Brisas. Cuando le dijimos de lo que se trataba, resultó que era de la Aduana, se enojó mucho y nos dijo que nos iba a meter al bote, pero, nos alcanzamos a pelar, y nos fuimos con Cuquita,Ya está re grande, nombre cuando iba con sus papás era una niñita- me soltó de corrido. -¿Y qué pasó? -, en referencia a los monos hallados. Cuatro años antes había conocido a María del Refugio, "Cuquita". Había platicado con ella en dos o tres ocasiones, pero en ese tiempo tuve la necesidad de radicar en Tijuana B.C, donde permanecí por casi tres años. Cuando regresé, hacía unos meses, la había vuelto a ver y, durante un tiempo, me estuve haciendo “el aparecido”. Llegó el momento en que retomamos nuestra amistad, volví a ser su amigo, posteriormente hablé con sus papás, anduve de novio formalmente hasta que finalmente nos casamos. El negocio que ella atendía era una tienda de abarrotes, por la avenida Niños Héroes, cerca de la casa del Doctor Navarro, quien fue médico de cabecera por muchos años en nuestra familia, muy conocido por todos nosotros. Entonces le habló a su hermano, un poco más joven que él, quien llegó con un costal de yute y, de inmediato, lo desamarró y sacó una figura envuelta en papel periódico y me la mostró. Se trataba de la figura de un perro xoloitzcuintle, conocidos como perros de terracota en el Estado de Colima. Era de barro, del tamaño de un balón de