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La profesora y su bufanda café...
Faby Alochma
(Cualquier parecido con la realidad bohemia inolvidable, alegre y divertida. Después de casi 30 años
es mera coincidencia).
de no verse, volver a convivir con
n una bella Escuela de Manzaesos compañeros no es cualquier
nillo, cuyo nombre no viene al
cosa: Se cantó y conversó hasta las
caso, una de las hacendosas profe4 de la mañana.
soras tuvo a bien ponerse a tejer
hermosas bufandas para regalarles Cuando a uno de ellos le pareció
en navidad a sus compañeritas. que ya había sido suficiente y era
Llegó el día de la posada que fue hora de irse a descansar, fue el
realizada en casa de una de ellas, momento que aprovecharon totodo resultó excelente: la anfitrio- dos para agradecer y despedirse.
na preparó una deliciosa cena, hu- Entonces la profesora de la bufanbo una buena conversación, ricas da café, subió los enseres que
bebidas y sabrosos postres. La había llevado, como parte de su
sorpresa de la noche: las lindas y comisión, a su auto, y decidió poprácticas bufandas que se obse- ner su bolsa también en la cajuela,
se subió al carro y se encaminó a
quiaron a las alegres maestras.
casa dispuesta a descansar.
Algunos días más tarde, (el 29 de
diciembre de 2012 para ser exac- De repente, en el camino escuchó
tos) una de las profesoras se reu- ruidos extraños y se dio cuenta
nió con sus compañeros de que no había cerrado bien la caGeneración de la Secundaria, era juela. Se hizo a un lado en la aveniuna cena al aire libre en una noche da, se detuvo, y cuando se bajó del
decembrina fresca, ideal para es- auto para cerrarla… que se le atotrenar la bufanda café. Fue una ra la bufanda café!!!
E
Estiró y estiró, tratando de llegar a
la parte trasera del auto y así poder cerrar la cajuela, no pudo, regresó al auto a intentar
desatorarla, pero no podía ver y
encontrar en qué se había atorado,
usó sus dedos intentando encontrar al tacto el lugar y la forma para retirar la bufanda de allí, pero
no lo logró: un extremo estaba
atorado en una palanca o gancho
del asiento y el otro, después de la
vuelta que tenía en su cuello, estaba atrapado entre los grandes y
negros botones de la chamarra
que tenía puesta, encendió la luz
de la cabina del coche, quiso buscar los lentes. ¡Dios, estaban en la
bolsa, y la había dejado también en
la cajuela! Tenía que hacer otro intento…era de madrugada, casi [