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· núm. 60
pensó, “al cabo ni la alcanzaba”.Todavía enredada se sube al carro lo
más rápido que puede, se pone el
cinturón de seguridad, trata de
acomodarse lo mejor posible, enciende y arranca antes de que llegue la patrulla y los policías le
pregunten algo a ella, la profesora
de la bufanda café, que había tenido una vida familiar moralmente
intachable y una carrera profesional ejemplo de lucha y dedicación,
que veía venirse abajo por culpa
de unas cervezas que se había tomado en el transcurso de la noche
y que muy probablemente le hubieran notado… imagínense el alcoholímetro! Ya se veía en la
sección Policiaca de los periódicos
de la localidad.
Llegó a su casa: el reloj marcaba
las 04:20 a.m. Por fin, detiene el
auto frente a la cochera, busca las
llaves, recuerda que están en la
bolsa; piensa en marcarle a sus hijas para que salgan a abrirle el cancel y le ayuden a desatorarse.
¡Santo Dios: su celular está tam- lograr salir… Al fin.
bién en la bolsa!
Se baja del carro, abre la cajuela,
Piensa: “Con calma, todo se resol- saca la bolsa y de ella las llaves,
verá, finalmente solo estoy enreda- abre el portón, mete el carro a la
da con una bufanda, eso no es cochera, se baja, le lanza una últigrave. Ni modo… ¡sonaré el cla- ma mirada a la chamarra y la bufanda café que todavía siguen
xon!”
atoradas en el asiento y decide
Pero el ruido despertaría a los vedejarlas allí. En la mañana, con la
cinos y se darían cuenta de la hora
luz del día las liberará…
en que estaba llegando y supondrían… supondrían muchas Al día siguiente abre el carro para
cosas. ¡No! Esa no era una buena sacar la bufanda y hasta entonces
opción. Además, tal vez sus hijas ve que solo se había atorado en
nunca escucharían (Después de un extremo de la palanquita para
todo, una además de amar, conoce reclinar el asiento, la saca de allí;
a su hijos muy bien y sabe cuan del otro lado tenía unos hilos
atrapados en los botones de la
profundo puede ser su sueño).
chamarra. Tiempo en desatorarla:
¿Qué hacer? En ese momento ya
cinco segundos, con la luz del día y
no se le ocurría más que ponerse
sin lentes.
a llorar. Pero… si tan solo era una
bufanda. ¡Eso no la podía detener! Moraleja: Las bufandas en la noche,
a nuestra edad y con algunas cerHizo otro intento por zafarse, no
vecitas encima pueden hacerte pahubo más que contorsionarse hassar un mal rato. (Zas, y ojalá que
ta que logró quitarse la chamarra
no descubran el nombre de la
y deslizarse por el asiento hasta
protagonista de esta historia...)
Tan campante.
(Pa’ mi amá en sus 84 años)
por Chelís
Olvida las congojas y las penas,
para por un instante los quehaceres,
guarda de la cocina los enseres,
descansa, madre, de todas tus faenas.
Vamos a comentar vidas ajenas,
que es sin duda el mejor de tus placeres,
haz el recuento de hombres y mujeres,
con tus frases jocosamente obscenas.
Deja de preocuparte por la herida,
que en limpiarla te cansa y te desvela;
festeja con la opípara comida,
que de todos tus males te consuela,
y celebra feliz, madre querida,
por seguir tan campante, Doña Chela.