En contra de la desaparición de
los centros especiales tal y como los
conocemos hoy se ha posicionado
la Plataforma Educación Inclusiva
sí, Especial también, formada por
personas con discapacidad intelec-
tual, sus familias y docentes, que
afirma creer en una inclusión real en
la sociedad en todos sus ámbitos,
pero considera que ella se puede lo-
grar estando escolarizados los niños
y las niñas “tanto en centros ordina-
rios como en centros de Educación
Especial”.
Melisa Tuya, periodista y autora
de Tener un hijo con autismo, es
partidaria de mantener ambas
opciones. “La inclusión es el ob-
jetivo a perseguir, es lo deseable,
por intendencia familiar, por de-
dicación de recursos, por el em-
peño legítimo de tener una socie-
dad más inclusiva en todos los
aspectos. Pero hay casos en los
que es preciso una atención tan
especializada que parece absolu-
tamente inviable que en un mo-
delo inclusivo se pueda obtener.
¡Ojalá! Pero necesita tantos re-
cursos de tanto tipo que no pare-
ce posible ni a corto ni a medio
plazo”, explica. Como ella, Vane-
sa Pérez y Loreto Prados tam-
bién opinan que deben mante-
nerse los dos modelos.
Para Vanesa, madre de un hijo de
11 años con Trastorno del Espectro
Autista grado III (severo y no ver-
bal), discapacidad intelectual seve-
ra, una epilepsia refractaria (con cri-
sis epilépticas no controladas
frecuentes que limitan su día a día y
requieren supervisión constante) y
ausencia de control de esfínteres, la
“Los centros de
Educación Especial
dan una respuesta
personalizada y
que garantizan
los apoyos
necesarios a cada
niño, cada niña y
cada joven”
escuela ordinaria fue su primera op-
ción. Sin embargo, hace ocho años,
a una semana para comenzar las cla-
ses, recibían una llamada del centro
informándoles de que los apoyos
que habían sido solicitados en el dic-
tamen de escolarización no habían
sido concedidos. “No había recursos
y no podían destinarse para un único
alumno. Y así tuvimos que recoger
nuestras cosas, con esa sensación
de abandono que tardaría años en
desaparecer. Frustración, tristeza,
derrotismo. ¿Dónde estaba la inclu-
sión? ¿Por qué era mi hijo menos im-
portante que otros?¿Por qué no me-
recía esos apoyos?”, lamenta.
Optaron entonces por un centro es-
pecial donde dicen haber encontra-
do todo lo que su hijo necesita. “De-
fiendo
la
inclusión,
y
creo
firmemente que enriquece a todos
los actores participantes, que la di-
versidad suma y que para muchos
niños puede ser un factor motivador
importantísimo.
¡Ojalá pudieran ir mis tres hijos al
mismo colegio! Pero también creo
firmemente que la inclusión no debe
ser impuesta, menos a golpe de de-
creto y que actualmente no es via-
ble para muchos niños con discapa-
cidad intelectual”.
El hijo de Loreto tiene Síndrome
de Down y acude a un colegio ordi-
nario, en este caso concertado. “A
día de hoy, en la etapa de educación
infantil, se están cubriendo sus ne-
cesidades con la profesora de apo-
yo que acude cada mañana así
como de la logopeda”, dice. Cuando
le preguntamos si cree que deben
existir centros especiales, inclusión
en las escuelas ordinarias o ambas
opciones, lo tiene claro: “Ambas op-
ciones”. Para Loreto, aunque opina
que la mejor opción de aprendizaje,
socialización y visibilidad para per-
sonas son síndrome de Down es es-
tando presentes en los colegios or-
dinarios,
considera
que”hay
determinadas dis(capacidades) que
necesitan personal y profesorado
muy especializado, espacios adap-
tados, aulas con pocos alumnos y
ritmos de aprendizaje concretos”.
“La Educación Especial se refiere
a centros donde se adaptan a las
discapacidades de los niños para
obtener mejores resultados en su
crecimiento personal. Los niños que
van a esos centros viven en socie-
dad, al igual que los que están esco-
larizados en los centros ordinarios.
La inclusión en la sociedad ya la
consiguen las familias, que inician a
sus hijos en la convivencia social
ABRIL 2019 •
mama
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