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DO: Digo lo de las ciudades
porque, aunque hay mu-
chas experiencias de éxito
en cuanto a convertirlas en
lugares “amigables” para
la infancia, no sé si es fácil
concienciar de esto a insti-
tuciones y ayuntamientos.
¿Deberían establecerse polí-
ticas públicas que recupera-
ran el juego de manera real?
EF: Absolutamente. Está
claro que es un momento
crucial en el que se necesita
la implicación de las insti-
tuciones. Pero esta impli-
cación no vendrá si no hay
una demanda. Debemos ser
más partícipes de la vida
ciudadana y social acudien-
do a los ayuntamientos a
las casas consistoriales para
pedir, para ofrecer informa-
ción, para solicitar cambios,
para aunar propuestas.
¿Por qué no? Supongo que
todavía no se entienden los
beneficios a largo plazo de
una sociedad que respeta
el juego y el tiempo libre de
calidad en la infancia. Inver-
tir en este largo plazo qui-
zás no sea alentador, pero
sólo con el apoyo de todos se iniciará el cambio
de perspectiva. Supongo que con esta entrevista,
nosotras también estamos poniendo un granito de
arena, ¿verdad? Pequeños gestos que nos acercan a
un modelo más integral de sociedad.
EF: Efectivamente, este es
un cambio social que ten-
drá que venir con una fase
previa de concienciación. Si
no respetamos a los niños y
a las niñas, ya para empezar,
considerándolos ciudadanos
de segunda, ¿cómo puede
llegar ese cambio? Yo invi-
taría a los adultos que miran
con ojos de horror al niño
que grita por la calle, o en
el restaurante, o en el hotel,
a que reflexionaran sobre
su mirada y sus prejuicios.
Quizás este niño que grita
lo hace porque no ha teni-
do un descanso en todo el
día, quizás lo haga porque
no le damos otro modo de
comunicarse, porque los
llevamos deprisa y corrien-
do a todas partes, porque
no tiene un desahogo...
Con nuestro ritmo de vida
frenético, como dices, que
no atiende al detalle, que no
pregunta, que no para para
la reflexión, pocos estamos
interesados en hacer de este
un mundo mejor; pero si vas
a un parque público y ves
cómo juegan los niños algo
tiene que removérsete por
dentro. Porque mucho triciclo Montessori, pero
los niños ya no juegan y debemos tomar concien-
cia de esto. Lo primero abrir los ojos, lo siguiente
actuar.
“Yo invitaría a los
adultos que miran
con ojos de horror
al niño que grita
por la calle, o en
el restaurante, o
en el hotel, a que
reflexionaran sobre
su mirada y sus
prejuicios”
DO: Más allá de un cambio en el sistema educativo
o de cualquier otra medida, hablas de un cambio
a nivel social. ¿Cómo se llega hasta ahí? No sé si
el ritmo frenético y el sistema en el que estamos
inmersos nos impiden ver la necesidad de ese
cambio…
Si te fijas en un parque infantil, los niños jue-
gan a correr gritando. No juegan a ser piratas, al
escondite todos juntos, a un juego inventado en
el que todos participan, al balón prisionero. Los
niños no saben jugar. Te animo si lees esto, a que
hoy observes con detenimiento y te preguntes si
realmente hay un problema social del que tu hijo
forma parte.
NOVIEMBRE 2018 •
mama
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