Es el sentimiento que expresa Pedro en el monte de la Transfiguración. Le brota de lo más profundo de su ser. Pedro había subido con Cristo junto a Santiago y Juan al monte Tabor. Habían sido invitados por el Maestro a subir a la montaña alta y allí el Señor se Transfigura delante de ellos.
El monte es el lugar de encuentro con Dios. Han subido al monte Tabor a encontrarse de una forma más íntima y personal con el Dios que los ha elegido y los ha llamado a vivir junto a Cristo. Una vez más van a experimentar en sus vidas la cercanía de Dios, ese Dios que nunca los va a abandonar.
En el Tabor, Dios les muestra a“ su Hijo amado” y les invita a estar atentos a su palabra, a sus signos, en definitiva a estar dispuestos a imitarle a lo largo de sus vidas. Pero a la vez les hace pensar a ellos y también a cada uno de nosotros que“ somos hijos amados de Dios”. Esto es lo más grande que nos puede suceder, ser conscientes de que también nosotros somos amados y queridos por Dios como hijos. Dios nos
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