Homilía del Santo Padre Benedicto XVI en las II vísperas de la
Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús
(11 de junio de 2010 - segunda parte)
...En el Salmo23 (22) se dice: «Me guía por el sendero justo, por el honor
de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas
conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan».
El pastor muestra el camino correcto a quienes le están confiados. Los pre-
cede y guía. Digámoslo de otro modo: el Señor nos muestra cómo se realiza en
modo justo nuestro ser hombres. Nos enseña el arte de ser persona. ¿Qué debo
hacer para no arruinarme, para no desperdiciar mi vida con la falta de sentido?
En efecto, ésta es la pregunta que todo hombre debe plantearse y que sirve para
cualquier período de la vida. ¡Cuánta oscuridad hay alrededor de esta pregunta
en nuestro tiempo! Siempre vuelve a nuestra mente la palabra de Jesús, que
tenía compasión por los hombres, porque estaban como ovejas sin pastor.
Señor, ten piedad también de nosotros. Muéstranos el camino. Sabemos por el
Evangelio que Él es el camino. Vivir con Cristo, seguirlo, esto significa encon-
trar el sendero justo, para que nuestra vida tenga sentido y para que un día poda-
mos decir: “Sí, vivir ha sido algo bueno”…
Después viene una palabra referida a la “cañada oscura”, a través de la cual
el Señor guía al hombre. El camino de cada uno de nosotros nos llevará un día
a la cañada oscura de la muerte, a la que ninguno nos puede acompañar. Y Él
estará allí. Cristo mismo ha descendido a la noche oscura de la muerte.
Tampoco allí nos abandona. También allí nos guía. “Si me acuesto en el abis-
mo, allí te encuentro”, dice el Salmo 139 (138). Sí, tú estás presente también en
la última fatiga, y así el salmo responsorial puede decir: también allí, en la caña-
da oscura, nada temo…
«Tu vara y tu cayado me sosiegan»: el pastor necesita la vara contra las bes-
tias salvajes que quieren atacar el rebaño; contra los salteadores que buscan su
botín. Junto a la vara está el cayado, que sostiene y ayuda a atravesar los luga-
res difíciles. Las dos cosas entran dentro del ministerio de la Iglesia, del minis-
terio del sacerdote. También la Iglesia debe usar la vara del pastor, la vara con
la que protege la fe contra los farsantes, contra las orientaciones que son, en rea-
lidad, desorientaciones. En efecto, el uso de la vara puede ser un servicio de
amor… Al mismo tiempo, sin embargo, la vara continuamente debe transfor-
marse en el cayado del pastor, cayado que ayude a los hombres a poder cami-
nar por senderos difíciles y seguir a Cristo.
Al final del salmo, se habla de la mesa preparada, del perfume con que se
unge la cabeza, de la copa que rebosa, del habitar en la casa del Señor. En el
12