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El desprendimiento debe extenderse todavía más allá; para que sea
perfecto debe traspasar los límites de este mundo y practicarse, pero con cierta
medida, en cuanto a los mismos bienes eternos.
1.
El amor del Sagrado Corazón pide el desprendimiento de los dones
de gloria, y el contentarse con ocupar en el cielo el lugar que Dios nos haya
destinado.
La Beata Margarita-María llevó este espíritu de desprendimiento al grado
más perfecto que se puede alcanzar. “No sé si me engaño, decía un día; pero
me parece que mi mayor placer sería amar a mi amable Salvador con amor tan
abrasado como el de los serafines; y no me disgustaría, me parece, que fuera en
el mismo infierno donde le amara de esta suerte. Este pensamiento que tengo
de que hay un lugar en el mundo donde por toda la eternidad infinito número
de almas rescatadas con la sangre preciosa de Jesucristo, no han de amar a
este amable Redentor; este pensamiento, digo, me aflige algunas veces hasta
el exceso. Yo quisiera, ¡oh mi divino Salvador!, si esa fuera vuestra voluntad, sufrir
todos los tormentos del infierno, con tal que os amase allí tanto como hubieran
podido amaros en el cielo todos los desgraciados que sufrirán siempre y no os
amarán jamás58. Pues qué, ¿es razonable que haya un lugar en el mundo donde
durante la eternidad Jesucristo no sea amado?”59
2. El amor al Sagrado Corazón debe ser humilde y anonadado.
Sobre la humildad, dice la Beata:
“El Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo quiere ante todo que
seamos humildes de corazón60. Quiere que nos tengamos en poco y miremos
como pequeños con el fin de que crezcamos ante Él. Quiere que seamos sordos
a los razonamientos del amor propio, porque éste sirve de gran obstáculo al puro
amor.”
58
Carta 128, pág. 280. – Vida por las contemporáneas, pag. 164.
Véase el tomo V del Reinado, libro I, segunda parte, cap. III.
60
Avisos 1 y 43 – Desafío 52
59