LUMEN VIDENS NÚMERO 1. | Page 23

21 “¡Dichosas las almas que no tienen más mira, más amor y pensamientos que por este único Amigo de nuestros corazones!35 . Pidámosle esta gracia y tomémoslo por divisa: ¡Todo para Dios, nada para mí!. ¡Un solo corazón un solo amor, para un solo Dios! ¡Mi Dios, mi Único y mi Todo, Vos sois todo mío; yo soy todo de Vos!. Amén.” Al oír este lenguaje, podrán decir muchos: No me convienen semejantes lecciones; ; estas cosas son solamente para ciertas almas privilegiadas; preocupación funesta que aleja de la perfección a gran número de personas. Efectivamente, el desprendimiento pertenece a la esencia misma de la vida cristiana. Nuestro divino Salvador dice a todos sus discípulos: “Nadie puede servir a dos señores; necesariamente amará a uno y odiará al otro36 . No nos prohíbe, sin duda, los afectos legítimos ¿No amó Él mismo a su Madre y a sus amigos? Pero quiere que nuestro amor hacia Él sea preferido a todos los afectos creados y que estemos siempre dispuestos a sacrificar éstos, si Dios lo pide, lo que tendremos que hacer por lo menos en la hora de la muerte. Entre los afectos, aquel que más contraría al amor divino es el excesivo amor a nosotros mismos. 35 36 Carta 15 a la M. Saumaise. – Aviso 40. San Mateo, IV,24. Véase el tomo III del Reinado, primera parte, cap. II: Desprendimiento.