Había sido una noche extraña, tan extraña que Alfred había decidido terminarla antes de tiempo para volver al hotel y tomar un baño caliente antes de meterse en la cama. Desnudo como un bebé recién nacido se miró al espejo, se miró su cuerpo trabajado y su cicatriz de la reciente operación de apendicitis, todo estaba en su sitio, a pesar de venir de donde venía…la convención había sido extraña, un auténtico fraude en todos los sentidos, una jaula de grillos; los traductores no se habían presentado y todo el mundo buscaba como loco a un grupo que hablase su mismo idioma, era como si una maldición bíblica hubiera caído de repente en la sala, una torre de Babel europea, pero no por ello más comprensible…y las caras de “¿qué estamos haciendo aquí?”, los patéticos intentos para entenderse por señas, y todo el mundo con el mismo sombrero, todo el mundo con sombrero hongo, ¿estaría soñando todo aquello en realidad? ¿Serían las cinco o las seis de la mañana, la plena fase REM, y estaría soñando con la más desastrosa de todas las convenciones…? Se metió en la bañera, y se repitió a sí mismo varias veces que estaba bien despierto, la piel no mentía, el agua estaba caliente, era hora de relajarse y pensar en la protesta formal que iban a presentar a la agencia de traductores. No estuvo demasiado tiempo en el baño, tenía miedo de dormirse, el agua aún estaba templada cuando salió de la bañera…se acercó de nuevo al espejo, sentía el extraño deseo de ver cómo le quedaba el cabello mojado, y se quedó helado al ver reflejada su imagen vestida de frac y con un sombrero hongo en la cabeza…paralizado, veía a ese doble vestido de gala sonriendo con labios apretados, con un brillo antinatural en los ojos, pidiéndole con gestos de su mano que fuera hacia él, que penetrase en el espejo…pero Alfred, el Alfred que acababa de salir del baño y tenía una toalla enrollada en la cintura no podía moverse, apenas si podía abrir y cerrar la boca como un pez recién sacado del río…la mano y el antebrazo de su doble emergió de la luna del espejo, pero no eran humanas, eran puro hueso, eran el brazo de un esqueleto…Alfred, sin pensar siquiera, se abalanzó sobre el espejo, y el momento en que atravesaba la luna coincidió con el sobresalto de despertarse en la cama, temblando de frío y de miedo, pero aliviado, aliviándose más a cada segundo que pasaba mientras su mente entendía que todo era un sueño…volvió a acostarse, aún quedaban diez minutos para que sonase el despertador, se fue calmando e incluso estuvo a punto de dormirse, pero en cuanto sonó la alarma abandonó la cama…entró en el lavabo, orinó, descorrió las cortinas de la bañera para darse una ducha pero no llegó a entrar. La bañera estaba llena, se veía la silueta de un cuerpo en el fondo de ella, y un sombrero hongo flotaba en el agua, oscilando como un barco a la deriva, la prueba irrefutable de que alguien se había quedado dormido.
Javier Huertas Sanchez ( Barcelona, España)
LA BAÑERA