Los nueve círculos-teaser | Page 23

34 Fernando de Villena
Llegué a pensar que aquello iba a encantarme . Entonces , Elena me llamó , pues se hallaba dispuesta la merienda .
Luego , ya en casa , le confesé a mamá lo ocurrido y ella se asustó una barbaridad y me dijo que esos pensamientos los ponía en mi cabeza el demonio y que nunca les hiciese caso .
Después he meditado sobre ello y no he podido menos de concluir que el mal nos ronda desde nuestro nacimiento y que el hombre esconde en su interior una apetencia de muerte que puede llegar a dominarlo . O sea que casi tan fascinante como el Eros es el Thanatos . El primero nos ayuda a seguir la vida , a desearla con todos sus goces ; el segundo , intenta aniquilar nuestra voluntad y nos facilita la aceptación del fin al que estamos llamados .
En otra ocasión , me encontraba también de visita , pero esta vez en casa de una tía de mi padre soltera , Rosario de nombre . Era una anciana muy bajita y cariñosa que vivía en un amplio piso de la Plaza Nueva , algo oscuro pero muy alegre pues se hallaba lleno de animales : un perro muy lanudo y tranquilo , tres o cuatro gatos que seguían mis pasos con recelo y un periquito en su jaula dispuesta junto al único balcón existente .
Mis padres hablaban con la tía Rosario en la sala de estar y yo me quedé a solas en el comedor de lujo , junto al pajarillo . De pronto , descubrí sobre un aparador un artefacto de los que entonces se usaban para aplicar el Flix , un potente insecticida con DDT , y , sin pensarlo un instante , rocié una y otra vez al pobre animal y luego puse en su sitio el pulverizador .
Poco después nos despedimos de la tía y no le concedí mayor importancia al asunto , pero a la tarde siguiente papá me comentó que la pobre anciana se encontró muerto a su periquito y estaba desolada .
Yo no dije entonces ni una palabra de mi mala acción cuyas consecuencias entonces no pude prever , pero en mi interior