Los nueve círculos-teaser | Page 22

Los nueve círculos 33
y la droguería , la belleza de los recipientes y de los líquidos que guardaban . Mis hermanos coleccionaban para sus juegos los frascos ya vacíos de los antibióticos que solía regalarles el practicante . Yo le tenía pavor a aquel hombre simpático y modesto que , de cuando en cuando , nos agujereaba el trasero y , para que me conformase con el destino , cada vez que me ponían una inyección , luego me regalaban un cochecito de juguete . En la lechería , el dueño , que era algo pillín , piropeaba siempre a Marcelina , y es que en aquel tiempo decirle frases bonitas a las muchachas casaderas resultaba normal y ellas nunca se ofendían por eso . Claro que el piropo no solía tener matiz grosero casi nunca . Así , por ejemplo , un día que íbamos por la calle mamá , Marcelina y yo , dos albañiles detuvieron su labor un momento y uno de ellos le dijo a mi madre , a la vez que señalaba a su compañero : — Señora , le cambio a esa chica tan guapa por este tonto .
De aquellos primeros cuatro años de mi vida me quedan muy pocos recuerdos más , dos de ellos inquietantes y los otros vinculados a mis primeros viajes . Vayamos por orden . En Granada no existían entonces más de veinte o treinta edificios altos y en uno de ellos , situado en Puerta Real , se hallaba el piso de Elena , una amiga de mamá muy cariñosa con nosotros . En aquel edificio descubrí con asombro qué eran los ascensores y me hubiera gustado pasarme un buen rato subiendo y bajando . Pues bien , una tarde fuimos a visitar a Elena y , mientras esta y mi madre conversaban animadamente , yo me asomé al balcón . Abajo se veían los taxis charolados con su raya verde en monótona hilera y un tranvía azul que llegaba renqueante por la carrera del Genil . Las personas me parecían hormigas desde aquella altura y , de pronto , me vino a la mente la idea de arrojarme al vacío . Era como si una voz secreta y muy dulce me invitara a hacerlo .