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Los nueve círculos 29
paraíso del agua que saltaba en surtidores , corría por arroyos deliciosos donde con las hojas secas organizábamos carreras de barquitos , se remansaba en verdes estanques con peces de colores con los que compartíamos nuestras meriendas … Pasaban otros padres con sus niños y , muy de raro en raro , algún turista con aire despistado . Aquellos bosques y jardines con su olor a vida siempre renaciente eran como la prolongación dichosa de las casas de todos los granadinos y como el escenario cierto de muchos de los cuentos que nos habían narrado los mayores . ¡ Cuánta felicidad !
Y de los almacenes El Águila , acaso así llamados por el soberbio animal de piedra que con sus alas desplegadas coronaba el edificio en la Gran Vía donde se ubicaban , recuerdo que allí , como en los territorios de un sueño fascinante , había de todo : juguetes , ropas , muebles , máquinas de escribir , largas tiras de botones de todos los colores , vasos , botellas … Mamá nos contó que el fundador de aquel gran bazar le había regalado un magnífico caballo a Alfonso XII antes de que fuese rey y cuando al fin este subió al trono , como muestra de su gratitud , le concedió al opulento comerciante el título de marqués .
Por nuestra casa pasaban numerosos mendigos en demanda de un bocadillo o de una moneda . Poco a poco los fui conociendo a todos : a Bilorio , el cabezón , que llevaba siempre consigo una fiambrera de hojalata para que le echasen algo caliente ; a Joseíco , que daba patrióticos discursos de pie en algún banco de la plaza de la Mariana hasta que el mucho vino trasegado lo rendía sobre el mismo banco ; a la anciana huevera cuyo único patrimonio era una casucha y media docena de gallinas … Cada uno de ellos sabía espaciar sus visitas a fin de que los donantes no se cansasen y siempre hubiera para ellos una limosna generosa .