Los nueve círculos-teaser | Page 17

28 Fernando de Villena
les hacía los arreglos del momento último , pero que ya , con sus años , vivía retirada , cuidando de su hermana , sin apenas ingresos ni encargos .
Yo pregunté cómo se llamaba la enana y , como mamá no supiese contestarme , supuse que , si la menos fea respondía al nombre de Matilde , la otra era Matildaza .
Otras tres grandes impresiones de mi existencia en aquellos años primeros fueron las originadas por la catedral , por La Alhambra y por los almacenes El Águila .
Los chicos españoles de mi tiempo gozábamos de una educación estética solo por el hecho de asistir a misa cada domingo . Las iglesias antiguas – y en mi ciudad entonces rara era la que no contaba con tres o cuatro siglos – guardan verdaderos tesoros de arte y un extraordinario halo de misterio , pero es que a ello se unía la cadencia armoniosa de la lengua latina y los silencios rituales .
Los domingos acudíamos con papá al salón Pedul o al salón Peregrina y nos sentaban en unos sillones muy altos , como sitiales , y allí , conversando animadamente , dejábamos que nos limpiasen los zapatos . Luego , cruzábamos la plaza Bib-Rambla y en seguida veíamos la majestuosa catedral con su imponente torre .
En el interior todo sobrecogía nuestro ánimo : las colosales columnas que nos llevaban a preguntarnos si Sansón podría derribarlas , la torrencial música del órgano , el dorado de los retablos , la hermosa luz de las vidrieras , la forma extraña de los confesonarios … ¡ Qué delicia corretear por el damero de losas de aquella gigantesca y encantada caverna ! Mirábamos hacia las bóvedas o hacia la gran cúpula y una sensación de felicidad nos invadía el alma . Seguro que la gloria eterna era así .
Pero no menor resultaba nuestra dicha las tardes en las que nuestros padres nos conducían hasta La Alhambra , aquel