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Los nueve círculos 21
la Mora , su perra , bebió agua en una poza inmunda de la vega y la boca se le llenó de sanguijuelas , pero Alfredo la había curado obligándola a beber sangre de cordero .
No sé qué fascinación extraña me causaba toda aquella familia tan diferente a la mía . Muchos años después supe que mi padre había preferido a Alfredo antes que a otros posibles caseros porque era un hombre muy trabajador y listo y lo escogió incluso sabiendo que se le quedaban entre las uñas más ganancias de las que le correspondían , todo a cambio de no tenerse que ocupar él de nada .
Al final de cada estación le presentaba algunas cuentas , ponía en sus manos varios billetes y , si acaso , también cestas con fruta o verduras y , por Navidad , un pavo bien cebado que luego mataba Marcelina . Era un hombre discreto , pero dominado por su esposa , la cual le metía en la cabeza ciertas ínfulas y arrogancias que resultaban ridículas . Así , en más de una ocasión , le oí , al hablar con mi padre , frases como esta : — Vaya osté a creer que no tiene uno conocencias .
Verdaderamente , 1956 , el año en el que yo nací , estuvo marcado por varios acontecimientos muy notables como el fin del colonialismo en diversos territorios , la llegada de la televisión a España , el inicio de la revolución cubana … Fue también el año en el que los Estados Unidos probaron decenas de bombas atómicas y en el que le fue concedido a Juan Ramón el Premio Nobel . Además , en mi ciudad se produjo un fortísimo terremoto . Pero yo , claro está , de todo ello no tuve noticia hasta mucho después . Durante esa segunda mitad de la década de los cincuenta , mis recuerdos seguros son muy pocos , solamente los marcados por hitos especiales como el de aquel día en la huerta .
El descubrimiento de mi ciudad fue , qué duda cabe , otro de los hechos que imprimió en mi sensibilidad una huella in-