Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 90

minis, pequeñas, y sin las bragas, son un problema. Se lo he explicado diciéndole que «son cosas de mujeres». Creo, en fin, que le he hecho ver que no es muy recomendable que me vayan mirando con ojos de querer violarme por ahí porque, por mucho que quiera evitarlo, al sentarme, ya se sabe... Me ha entendido: con las minifaldas puedo usar pantis opacos... ¡Bufff!, otra vez, menos mal. ¿Hablando se entienden los AMOS y las sumisas o es que al final va a resultar que mi AMO ama a esta insumisa sumisa? Como leíamos en el cole: «Mi AMO me ama», aunque lo siento: nunca más que mi mamá... 6ª) ¡Grrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr! No me deja llevar mis pendientes. ¡Para un adorno que tengo! ¡Ni que fuera una chabacana llena de collares doraos! ¡En fin!, la verdad es que no me importa mucho, pero cuando vas toda de negro como yo, un adorno de plata queda muy bien... 7ª) Me ha encantado la orden de estar desnuda y descalza porque ya lo hacía —cuando podía, claro—. Me encanta dormir desnuda y estar descalza: me siento como niña, como libre, como no sé... Me siento bien. Por cierto, creo que le ha gustado que tenga un kimono negro por si debo vestirme para algo en cualquier momento. Ya ves —le dije—, no iba a tener una bata de boatiné y como de abuelas o un pijama de felpa azul celeste con osos rosas. ¡Puagggggggg! ¡Los odio! Al final, sin darme cuenta, resulta que he vestido como una sumi media vida. Lo digo por el negro, que según dicen es el color del infierno, del BDSM y, por muy increíble que resulte la coincidencia, del interior de mi armario. 8ª) Problema: el coño depilado... ¡Entero! Si ya me encargo yo de que esté monillo, recortadito y acogedor, pero de ahí a rasurármelo entero va un abismo... En fin. ¡Otra vez estoy frente a una orden que no comprendo! Espero encontrar, con el tiempo, un sentido a mi obligatoria calvicie púbica, aunque no pública. ¡Menos mal! Ya me he depilado. Hoy he salido del trabajo tarde y, una vez en casa, me he dado un baño para pensar en todo esto. Después, he cogido la epilady en posición de rasurar y no de arrancar el vello de raíz, y ¡hala!, que me he quedado sin un pelo de tonta, ni de lista: calva, vamos... Creo que me picará cuando quiera volver a salir, pero no debo dejar que salga... ¡Bufff! Miro mi coño en el espejo y no lo reconozco... Un detalle: Desde que le he dicho por Messenger que sería su sumi, Sapiens ha cambiado la manera de dirigirse a mí y, de repente, ha transformado los antiguos diminutivos de «perrita, zorrita o putita», por los sonoros «mi zorra, puta o mi guarra», y otras lindezas que, en vez de herirme, me parecen un juego más, aunque un poco peligrosillo porque el dato del cambio de nombre constaba expresamente en ese contrato que tanto me asustó. De todas formas, la sorpresa es relativa porque Sapiens ya me dejó caer el dato, cuando me dijo aquello de «lo siento, pero cuando ya tengo sumisa nunca la llamo con diminutivos».