Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 70
conducía a una zozobra imposible de calificar. Y ello por no hablar de mi particular
conclusión, nuevamente relacionada con una salida del alma-rio: el Bondage, la
Dominación, el Sadismo y el Masoquismo llevado hasta aquellos términos que
siempre habían de pactarse ¡voluntariamente!, podía funcionar entre los
contratantes —y al menos me pareció que aquí residía el intríngulis de la
cuestión— a modo de purificación de culpas, purga y superación de complejos o
sentimientos dañinos o, en otras palabras, como una limpieza del alma, sin más...
Pese a que casi era para mí un imposible, intenté no juzgar, quizás para poder
conocer, aprender y, sobre todo, para no sufrir en exceso; pero también es cierto
que tenía pleno derecho a repudiar la situación y, de paso, a despedirme de
Sapiens diciéndole que ni quería, ni podía ser nunca una esclava, por mucho que él
se hubiese empeñado en decir que yo era sumisa.
Además, le dije que no quería hacerle perder el tiempo porque, con seguridad,
él buscaba otras cosas que jamás podría darle. Insistí en que ÉL se había
equivocado conmigo, y yo llevaba razón desde el principio: nunca podía ser
sumisa porque en otro de los artículos del contrato se hacía hincapié en que la
obediencia ciega de una sumi era su principal virtud. ¡Y una porra!, pensé. Vamos:
que ni siquiera jugando estaba dispuesta a decir sí buana o beeeeeeee como si fuese
una cordera y, en definitiva, entrar por el aro de un montón de cosas que había leído
en aquellos archivos:
Una de las características fundamentales de una buena sumisa es la obediencia. La
obediencia es la manifestación conductual de la necesidad que tiene la persona sumisa de
sentirse controlada. Ese sentimiento de que «alguien organiza su vida», de «pertenecer a
alguien», de «no pertenecer a sí misma», es la base sobre la que descansa la virtud de la
obediencia.
¿Organizar mi vida? ¿Pertenecer a alguien? ¿Sentirme controlada? Pero si en
treinta y dos años no ha podido hacer eso ni mi madre, ¿cómo va a venir ahora
alguien que se haga llamar AMO a atarme corto? Todo en mí eran dudas y rechazo,
pero curiosamente y siguiendo con esa simbiosis tan nuestra, sentí que Sapiens
sufrió con mi dolor y se identificó con la cantidad de miedo que estaba
aterrándome y paralizándome hasta el punto de no querer saber más de ÉL. En
cierta manera, creo que también se sintió herido por el hecho de que yo
generalizase al pensar que él era un AMO, y como a todos los AMOS, sobre todo
después de leer los archivos que me envió, también tenía que faltarle un tornillo.
Sapiens me repitió una y mil veces que, si bien es cierto que cualquier AMO
fantasea con el hecho de tener una esclava, no era menos cierto que ÉL catalogaba
como de juzgado de guardia algunas de esas prácticas, y ese extremo del BDSM que
quedaba resumido con los números 24/7, es decir, una esclava para veinticuatro