Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 68

necesidad de subyugar a otro de esta manera, o por qué el contrario necesita que lo anulen y lo subyuguen así. Y lo de la subyugación no era teoría porque una de las 55 reglas de oro de una esclava trataba el tema del emputecimiento o el ofrecimiento de la esclava a otros AMOS, a cambio de dinero. ¿Cómo podía ser? ¿No era esto un claro ejemplo de prostitución y proxenetismo? Pero, por otro lado, lo cierto es que la esclava no acudía con engaño a prestar su cuerpo a cambio de un precio que cobraba su AMO... ¿Acaso Sapiens no me había repetido mil veces que el BDSM siempre se corresponde con las iniciales SSC porque nunca hay BDSM, si no es Sano, Seguro y Consensuado? ¿Es que la idea de «Sano» y «Seguro» es distinta en el mundo sado que en el mundo «no sado»? Y por otra parte, ¿podría decirse que la idea que tienen los AMOS de sexo consensuado es hacer que alguien renuncie a su voluntad para emputecerla después? ¡Nada! Sólo sé que, por más que me esforzase, era incapaz de entender nada... Por si fuera poco, todo el intríngulis sobre el emputecimiento, las extrañas prácticas consensuadas y otros asuntos igualmente difíciles de asimilar se legalizaban al sellarse con la firma de la esclava y un distintivo de humillación muy especial: la orina que el AMO derramaba sobre ella como símbolo de aceptación de su nueva sumisa. ¡Desde luego! Ya sabía que el BDSM tenía una estética peculiar y estaba repleto de símbolos, pero de ahí a que la firma del AMO consistiese en una buena meada, ¡iba un abismo!: Y como prueba de aceptación de todo lo estipulado en el presente documento y de mi entrega y sumisión absoluta a mi Amo, Dueño, Señor y Maestro, me entrego hoy totalmente a él, arrodillada le expreso mi sumisión besando sus pies y lamiendo sus genitales, e inscribo mi nombre de sumisa a continuación.La conformidad de mi Amo y Señor a este pacto me será dada en el momento en que él derrame su orina sobre mi cara. Lo mirase como lo mirase, era imposible entender nada. Porque una cosa es que se adopte el rol de mandar y azotar, en tanto que otra persona adopta el de obedecer y dejarse azotar, pero otra muy distinta era todo aquello que me parecía horroroso y patológico, aunque reconozco que siempre me confundía el matiz de la voluntariedad y el acuerdo de ambas partes, quizás porque precisamente el acuerdo era lo que diferenciaba este extremo del BDSM de otras situaciones tan inaceptables como los malos tratos, por ejemplo. Miles de ideas se cruzaban por mi mente. Estaba frente a un caso que me inspiraba cierto respeto, aunque desde el fondo de mi ser lo aborreciera, entre otras razones porque, siempre que no se haga daño a terceros, cualquiera puede hacer lo que le dé la gana y pactar lo que quiera con otro en la intimidad de su dormitorio. Hasta ahí llegaba, y hasta ahí creí que cualquier persona debía llegar siempre. Sin