Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 67

Entonces me asusté de verdad, por mucho que en otro de los archivos se ensalzara una y otra vez a las sumisas y la labor que llevaban a cabo, hasta el punto de elevar su entrega, al menos según ese texto titulado El arte de la entrega, a la categoría de arte. ¿Pretendía Sapiens hacerme llegar a esos extremos?, me preguntaba una y otra vez. Porque a partir de la firma del contrato, el AMO podía utilizar a la sumisa como le viniera en gana, y la gana del AMO podía manifestarse de muchas formas: desde usarla como felpudo, mueble, cenicero, hasta cagarse y mearse encima y hacerle comer los excrementos, pasando por controlar sus deposiciones, hacerla dormir en el suelo, interrumpirle el tiempo de sueño o marcarla con un hierro candente al tiempo que la obligaba a hacer todas las labores del hogar, sin dejar, claro está, de ser un objeto sexual que podía ser utilizado en la manera, tiempo y forma que el AMO quisiera. Por cierto, no sé por qué, pero de lo que leí se me quedó especialmente grabado el fetichismo de los tacones de aguja y la feminidad de los corsés, aunque me sorprendió mucho más la puesta del collar, quizás porque también me pareció un rito iniciático o puesta de largo de la sumisa... Para las puestas en escena, tu Amo y Señor decidirá las prendas que debes lucir en cada situación. Por regla general se consideran imprescindibles un collar de perro y zapatos de salón o sandalias que estimulen su fetichismo. Cualquier otra prenda no deberá dificultar el acceso inmediato de tu Amo y Señor a tus orificios. Por eso están prohibidos los pantis y se recomienda que los bodis, corsés, etc., dejen los pechos al descubierto y los realcen. No entendía nada, quizás porque el proceso de «entender» tiene un innegable carácter mental y yo no estaba para racionalidades. Más bien al contrario: una víscera escondida en algún rincón de las tripas vomitab ֒&WV