Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 66

Capítulo 5 Eclipse sadomaso En medio de esta excitación continua que tuvo lugar en la fase de luna llena, tampoco le faltó a este lunático proceso BDSM su correspondiente, ¿cómo llamarlo?... ¿Eclipse lunar? Sí, eclipse lunar puede ser una buena expresión aunque, en términos menos metafóricos, lo lógico sería decir que nuestra divertida y didáctica relación casi estuvo a punto de desaparecer por culpa de mis miedos. La oscuridad apareció en el momento en que EL MAESTRO, solícito ante mi voracidad de saber y conocer cada vez más cosas, me envió unos archivos sobre BDSM que me hicieron llorar de verdad. Es más, aún me dan ganas de hacerlo si recuerdo el nudo que se me instaló en el alma, cuando leí cosas que me resultaron tan atroces como que una esclava firmara un contrato, renunciando completamente a su voluntad. Un contrato, por cierto, que casi me aprendí de memoria de tanto y tanto leerlo, en busca de una explicación que me ayudase a comprender algunos hechos inasimilables para mí: Por el presente documento, al que reconozco valor contractual, me entrego plenamente a mi Amo, Dueño, Señor y Maestro y acepto servirle como esclava y sierva por todo el tiempo que él requiera mis servicios. Es bajo mi identidad legal que firmo al pie del presente documento, cuyo contenido acepto en su integridad de forma plenamente consciente, sabiendo y aceptando que en cada uno de sus artículos se establecen normas propias de una relación BDSM y que mi condición dentro de este marco de relaciones no será otra que la de una obediente sumisa a merced de los deseos de mi Amo y Señor. Lo que leí no era un juego de niños: era un contrato en toda regla que, aunque supongo que no tendría validez legal, sí gozaría del respeto y toda la seriedad del mundo en el entorno BDSM. Porque a partir de ese contrato que firmaba la esclava con su auténtica y primitiva identidad, voluntariamente también renunciaba a aquella identidad para poder convertirse en una propiedad de ese AMO y Señor: Por este mismo acto renuncio por completo a mi anterior identidad, que repudio, y paso a llamarme «esclava», «zorra», «perra», «puta», o como mi Amo y Señor desee llamarme. ¿Renunciar? ¿Voluntariamente? Cuando reparé en el asunto del nombre, entendí perfectamente por qué Sapiens me llamaba una y otra vez zorrita, puta y perrita.