Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 58

—Me encanta ser tu droga también y me fascina engancharte a mí o, sin saber cómo, a esta droga que quiero ser para ti... —Lo eres, perrita, lo eres... Luego dices que voy a lo de siempre: ¿sabes cuál es la principal fuente de placer de una buena sumisa? —No, ¿cuál? —La buena sumisa es la que se excita cuando excita a su AMO, tanto como tú te estás excitando, excitándome a mí. ¿Cuándo te vas a dar cuenta? —Glups. ¡Pues si lo sé me callo, joé! Tampoco faltaron aquellos maravillosos revolcones que, pensando en Sapiens, disfruté y me di con Pedro, entregándome y abandonándome a una pasión sorprendente, excitante y totalmente desconocida para mi rollete urbano. Claro que, más frecuente aún, fue el hecho de que me masturbara más de una vez, sobre todo si fantaseaba cómo AMOSAPIENS y yo poníamos en práctica miles de cosas, aunque de entre ellas no sé por qué destacaban esas fantasías que siempre navegaban entre fiestas en las mazmorras de BDSM, a las que acudía vestida de cuero y negro riguroso, para que ÉL me iniciase en las prácticas de no sé qué. Por descontado, y aunque tardé tiempo en confesárselo, también aparecieron mis propios sueños eróticos. Recuerdo que en el primero de ellos, Sapiens, con una pasión casi animal, decidió husmear por mis intimidades buscando el clítoris. La iniciativa, de por sí, ya me excitaba muchísimo, pero aunque deseaba corresponderle con un fantástico 69, no podía concentrarme en su sexo porque tampoco era capaz de aguantar el éxtasis que Sapiens me estaba haciendo sentir. —Vamos, perrita: seguro que sabes hacerlo mucho mejor —decía mi onírico AMO, al tiempo que dejaba de lamerme el clítoris y me obligaba a ponerme de rodillas. —Lo intentaré de nuevo —le decía con tono de por favor, dame otra oportunidad. —Se acabaron los intentos —contestaba Sapiens, agarrándose la polla con una mano, para después introducirla por la fuerza en mi boca. Es curioso, pero la violencia de la mamada forzosa no me molestó, sino que me excitó hasta el punto de esmerarme en mimar a aquel miembro con mis cinco sentidos: primero recorriéndolo con mi lengua, después manteniendo la punta y aprisionándolo con mi boca, y por último, sacando y volviendo a introducir infinidad de veces el capullo en ella, aunque sin dejar de ejercer una presión suave con los labios. Poco a poco, la polla de Sapiens iba creciendo hasta llegar a su