Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 54

gilipolleces esas sobre si el tamaño importa o no... —Jajajajajajajajajajajaja. —¡Que te detengan por torpe y homicida! ¿Cómo se te ocurre asesinar al erectus y hablar de erotismo sadomaso al mismo tiempo? —¡Jajajajajajaja! Querida sumi: todo eso me da lo mismo. Lo único que me importa es que, dentro de poco, tú serás capaz de matar y hacer renacer a mi erectus, más de una vez... Entre vértigo, pavor, atracción y repulsión a la vez y tiras y aflojas varios, cuando me quise dar cuenta me vi enganchada a otra situación excitante que nada tenía que ver con el chat. Me refiero, en primer lugar, a estos juegos que se alternaban con unas lecciones que daban vida a mis bulímicas neuronas que, sin poder evitarlo, cayeron en su trampa por culpa de mi insaciable curiosidad. —¿Consideras estas conversaciones como una seducción? —preguntó Sapiens. —En parte no, porque es una información que tú quieres darme y yo quiero recibir, pero en parte sí porque, en el fondo, lo haces para... —Para que termines entregándote como sumisa. —¡Bufffff!, si ya lo dijo mi abuela: en la vida nada es gratis... —No olvides una cosa: una relación de pareja, del tipo que sea, es una seducción constante, pero en el BDSM mucho más porque un AMO debe buscar nuevos juegos para satisfacerse y satisfacer a su sumisa. En fin, creo que ya casi he olvidado las seducciones del mundo convencional, aunque conozco a fondo las seducciones del BDSM o de ese mundo que, casualmente, tú estás deseando conocer. ¡Botón y ojal!, ¿te suena de algo? —¡Bufffffffff!, una y mil veces, ¡bufffffffffff! —Te aseguro que cualquier miembro de la comunidad BDSM siente un gran vacío interior si no aparece su complemento, ese botón o ese ojal que hace que nuestra vida tenga sentido, que seamos plenos. En fin, ¿sabes que el BDSM nunca podría existir a nivel individual? —Otra vez ¡bufffffffff!, una y mil veces, ¡bufffffffffff! —¿Por qué no reconoces que te encantaría decirme «sí, AMO, quiero pertenecerte»? —Bueno, si te digo la verdad, a una parte pequeñita de mí, y aunque sólo fuese