Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 45

—Para empezar, sé que eres mujer y a mí me van las chicas, pero, en concreto, me gusta tu sentido del humor, tu chispa y tu ingenio... —Son todo bromas, ALBA, ya sabes que son todo bromas... —Bueno, pero entre broma y broma, ¿tengo alguna posibilidad? No sabes el tiempo que llevo soñando con echarte un polvo cíber... —Te lo agradezco, ALBA, pero ya quisiera yo que me fueran también las chicas... —¿Qué quieres decir? —Pues primero que no habría que conformarse con el 50% de posibilidades, y segundo, que esta amputación erótica me parece un desperdicio. Porque dime tú: Si el mundo es yin y también yang, ¿no es absurdo tener que elegir entre Jane y Tarzán? —Jajajajajajajajajajaja. ¿Lo ves? ¿Cómo no voy a querer hacerte el amor? —En serio, ALBA: tendría que estar ciberborracha o yo qué sé. Durante segundos hubo un silencio y, la verdad, pensé que ALBA acababa de llevarse una decepción que, si soy sincera, en el fondo de mi ser no terminaba de entender: ¡que todo es mentira!, ¡M-E-N-T-I-R-A! ¿No se darán cuenta de que aquí nada existe? ¿O soy yo la que no me entero de que el chat, con su vestido virtual, es más real y serio de lo que parece? Nunca solucioné aquel dilema. Sólo sé que me equivoqué y me sorprendí gratamente cuando el mensaje privado enviado por ALBA se llenó, de repente, de divertidas y minúsculas copas o esos dibujillos que, junto a labios carnosos que simulaban besos, flores o caras de decepción, alegría o hastío, que también aparecían a menudo tanto en la sala como en los privados, siempre que el usuario de turno pulsase el botón con el que se dibujaban esos logotipos. —Bébetelas, hazme el favor. Yo te invito —comentó ALBA casi ordenando. —Jajajajajaja. ¿No querrás emborracharme? —contesté cuestionando la evidencia. Sin dejar de sorprenderme porque esa barrera entre lo real y lo virtual se difuminaba continuamente, acepté la proposición de ALBA pensando que, al igual que todo lo demás, era parte del juego. Un juego en el que aquella supuesta mujer pronto me demostró que si su sexo no era femenino, al menos sí era una persona tierna y tremendamente envolvente, tanto que terminó por no importarme el dato