Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 44
—Buffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffffff.
—¿Te ha gustado, solitario?
—Ni te lo imaginas, ramera, ni te lo imaginas. Gracias...
—No hay de qué. Me encanta que te sientas bien. Por cierto, ¿te hace ese
cigarrito de después?
—Jajajajajajajajajajajaja. Entendido... Gracias otra vez.
—De nada. Un beso para ti, solitario, ¡y suerte!
—Un beso, ramera, suerte y gracias.
Pese a lo que acababa de ocurrir con solitario, por aquellos días de luna creciente mi
nick como Clau fue mucho más habitual que ramera y que todos los demás. Clau,
además de ser una gamberra empedernida, era aguda y blasfema porque sacaba a
relucir su vida como su-misa en el convento de clau-sura en el que la obligaban a
orar de rodillas todo el tiempo y a oprimirse los muslos con el cilicio. Clau era
divertida, rápida hasta desbancar a la velocidad misma creando juegos de palabras
desternillantes, y una expansiva sin límites, que disfrutaba arrancando carcajadas
diarias a casi todos los usuarios de la sala o quienes, por cierto, la saludaban con
efusión y como esperando a que ella se conectase para empezar con aquella especie
de risoterapia virtual.
Nunca entendí la razón, pero cuando notaba que mi mente era rápida, ácida y
más aguda con Clau que con los otros nicks, resultaba inevitable pensar que, al
menos en cierta manera y aunque me sonara a dualidad y desdoblamiento puro y
duro, cada nick albergaba un ser con su personalidad correspondiente.
¡Esquizofrenia y magia de chat! Pese a la agudeza de ese otro alien llamado Clau, he
de decir que siendo ella o estando poseída por ella, porque aún no distingo la
diferencia, me llevé una gran sorpresa cuando ALBA, otra de las usuarias
habituales, me pidió permiso en la sala general para enviarme un privado. Le dije
que sí, claro, arrancando nuevas carcajadas con mi explicación: ¿Así que esta
pecadora me pide ir al confesionario? ¡De rodillas, hermana!: haz un acto de contrición, y
ya te dirá Sa-cerdote en su-misa cuál será tu penitencia, pero del cilicio no creo que te
libres...
Abrí el privado enviado por ALBA, enterneciéndome a la vez que no daba
crédito a lo que leía:
—¿Sabes que estoy enamorada de ti?
—¿Cómo? Pero ¿qué dices? Si no me conoces, no sabes quién soy ni cómo soy...