Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 35
puerta de un camino. De un camino que es perfecto, además del más correcto, pues siempre
el goce es su efecto. Si así no fuera, contesta: ¿Tú crees que se llamaría RECTO?
¿Cómo no iba a enamorarme de QUEVEDO? No me costó nada reconocer y
admirar su inteligencia y su ingenio, disfrutar de ellos y asumir que esta humilde
mortal no podía tenderle ningún cebo a ese monstruo de la palabra. ¡Ni falta que
hacía! Definitivamente, mi amor platónico era tan culto y genial que me excité
muchísimo imaginándomelo como un famoso escritor, periodista, poeta o hasta
como algún filósofo contemporáneo, de esos que adoran el reality show, y basan sus
últimos devaneos de cabeza en el estudio del comportamiento en directo de las
vidas ajenas.
QUEVEDO no sabrá nunca que, en parte por su personalidad y sus respuestas,
me hice adicta al chat. Me pregunto si también, por no poder dejar de leer todo lo
que escribía, ahora estoy aquí, en un vagón de tren con destino a Oviedo...
Sexos, circunstancias, nacionalidades, comportamientos, caracteres... ¡Todo
cabía en la sala de Amos y sumisas del chat de Wanadoo! Pero si de verdad algo
tenía cabida en este reducto virtual eran todos los que sólo por decir eres mía y de
nadie más, ahora harás lo que yo te diga o sí, AMO, soy tuya y haré lo que tú quieras..., se
creían auténticos dominantes o dominados, Amos, Amas, sumisos y sumisas y, en
definitiva, expertos en cuestiones sadomaso.
Finalmente, en una proporción casi irrisoria y aunque sólo fuera por una simple
cuestión estadística, en aquella sala también se encontraban auténticos-as
sumisos-as en busca de Dueños y AMOS-AS fanáticos-as del BDSM que, como
AMOSAPIENS, buscaban sumisas de verdad y no de boquilla. Por último, dentro
de la categoría de Amos y sumisas «auténticos-as», no tardé en distinguir entre la
dominación y la sumisión mental-cibernética o aquella que utilizando los
beneficios de las nuevas tecnologías no salía del Messenger —con o sin micro y con
o sin webcam—, y la que empezaba siendo virtual y terminaba convirtiéndose en
real a través de un encuentro concertado por el chat...
Solitarios, adúlteros, cachondos, niños, kamikazes, amas de casa, tímidos, voyeurs,
funcionarias aburridas, despistados, curiosos, esquizoides, soeces, exhibicionistas,
inclasificables, Amos y sumisas... ¿Pero quién era yo? ¿A qué grupo pertenecía?
¿Qué estaba haciendo allí? ¿Por qué me propuse analizar a otros? ¿Necesité buscar
una excusa para engancharme al chat? ¿Me aburría? ¿Estaba en crisis? ¿Quién
atrapó a quién? ¿Qué se apoderó de qué? ¿Por qué nadie habla de lo que supone el
influjo de la red, de la RED?
Ni llegué a saber quién fui, ni ahora, en este tren que se propone llegar a
Oviedo, puedo saber quién soy. Sólo puedo decir que, a fuerza de chatear durante
horas y horas en esos días en los que el satélite aún era una fina lámina, conseguí el