Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 33

cuestionaba con énfasis. ¿Acaso no son los de cuarenta años en adelante quienes siguen pronunciando las siglas LP porque ya no se acostumbran a sustituirlas por las siglas CD? Mira, reina, pensaba, ya puedes aparecer con el nick BARBIE-20: yo sé que «tu Barbie» tiene 20 años, pero 20 en cada pierna, bonita, 20 en cada pierna... No obstante, para corroborar mi intuición sobre el tema de la edad, bastaba con tender algún cebo más, y preguntar, por ejemplo, si era cierto que en los años ochenta salió en televisión un señor vestido de abeja atizando tortazos a algún ministro. Entonces, la misma persona de los LPs se sentía protagonista y delataba su verdadera edad, recreándose al contar, de pe a pa, las incidencias del famoso autor de la frase que te pego, leche. ¡Cómo nos traiciona el ego!, pensaba. ¡Otro que ha picado!, decía haciendo ademán de felicitarme: ¡otro que va al lote de la década cuarta en adelante! En fin, otro que, como en los libros de Historia, pertenece al amplísimo capítulo de la extensa edad media... El problema es que, aunque mi intuición me indicaba claramente que le había quitado la máscara a algún chat-adicto, no era posible contrastar aquella percepción de ninguna manera. Por tanto, ¿de qué servía jugar a los detectives? ¿Cómo averiguar las dudas? ¿Cómo creer en las respuestas? ¿Quién ponía el cebo a quién? Es más, ¿cómo evitar caer en la red de la RED? En otros momentos, además del sexo y la edad, también jugué a averiguar el trabajo y hasta las aficiones de los chat-adictos. Lo primero que llamó mi atención es que del mismo modo que los kamikazes se entretenían escribiendo barbaridades como t komo el xoxo, otras personas escribían las frases completas. Y claro, fue inevitable intentar diferenciar entre los que escribían con faltas de ortografía y entre los que no, aunque reconozco que sólo en casos muy puntuales conseguí saber, gracias a un inoportuno cambio de b por v o j por g, la formación cultural del usuario. Imbuida en esta tarea relacionada con la gramática y la cultura, no puedo negar que me enamoré platónica y cibernéticamente del único sujeto que ni siquiera fui capaz de encuadrar o clasificar en algún grupo. ¡Socorro! ¿He dicho platónica y cibernéticamente? ¡No me lo puedo creer! ¿Es que Internet también ha cambiado la ancestral idea del amor platónico por el actual amor cibernético? ¡Vaya! Otra duda más para mi caótica y virtual colección de vacilaciones... Mi amor platónico-cibernético apareció en la sala de Amos y sumisas con el nick de QUEVEDO. Y no, la verdad es que no tuvo ningún mérito que lo idealizara como lo idealicé porque, desde el principio, QUEVEDO me pareció tan inteligente que no me permitió más que observar cómo se escurría entre literatura, frases hechas o inventadas para la ocasión y, en definitiva, en un universo que a veces nada tenía que ver con el submundo sadomasoquista de una sala de Internet. Sólo