Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 31

Jajajajajajajajaja. MADRE43: ¡Ay si lo hubiésemos sabido antes! ¿Eh cincuentona?: toda la vida aguantando a un cerdo, sólo para una mierda de salchicha... Entre tanta risa, casi nadie lo comentaba expresamente, pero el chat, después de todo, no era un sitio tan privado como se cree al principio de navegar en él porque los mensajes particulares entre unos usuarios y otros volaban por el ciberespacio con las últimas conquistas y noticias, casi tanto como volaban por los entresijos de la prensa rosa los últimos romances de los famosos. Tal vez el mejor ejemplo de tanto y tanto vaivén fuera la experiencia de DOMINANTE, que andaba buscando a una tal CASADA48 por todas las salas porque, según contaba, el día anterior su marido volvió antes de tiempo y la pilló desnuda frente a la webcam. DOMINANTE decía que nunca iba a olvidar la última imagen que le llegó con la cara de pánico de esa mujer que, para colmo de ironías, se negaba a ser su sumisa, aunque por ese strip-tease cíber, iba a ser ¡sumisa por narices!, si al marido, en pleno trastorno de no se sabe qué, le daba por pasarse de la raya, ¡y de la mano! El comportamiento y las reacciones jocosas, infantiles, tímidas o sarcásticas de algunos destacaban mucho más en un entorno en el que abundaban los morbosos que se excitaban leyendo palabras como coño, culo, polla o follar, o los exhibicionistas que, desesperadamente, pedían una y otra vez que los agregásemos al Messenger porque sólo se calentaban ante la posibilidad de que otros los observaran con la polla dura. Claro que, entre el necesario anonimato de las amas de casa y el exhibicionismo de los anteriores, se encontraba un grupo digno de estudio. Me refiero a los fantasmillas que pedían que alguien les quitara la sábana porque, aunque su identidad era tan oculta como la del resto, al poco de empezar a chatear daban tal cantidad de pistas sin que se les pidieran, que parecían estar retando a los demás para que los descubrieran de verdad. A EMPRESARIO SOLVENTE, por ejemplo, sólo le faltó decirme el nombre y el número de la calle donde vivía porque el teléfono, la edad, sus estudios, la cotización de sus acciones en bolsa y sus peripecias como joven empresario de éxito, me los restregó a la primera de cambio. ¡Puaggggg! Creo que otros de los momentos más divertidos tuvieron lugar cuando me disponía a averiguar la edad. No hacía falta, por ejemplo, intentar conocer los años de quienes chateaban con ese horrible «lenguaje móvil» plagado de faltas de ortografía, porque en condiciones normales y salvando alguna excepción, es el que utilizan adolescentes y veinteañeros en sus blogs. Los kamikazes, sin ir más lejos, siempre escribían sus incontinencias sexuales con frases del tipo: kitat todo k voy a dart x kulo. La verdad es que más de una vez me sentí violenta pensando que en esa