Literatura BDSM La Sumisa Insumisa ( Rosa Peñasco ) | Page 29

independencia de que se creyeran valientes si, en momentos puntuales, se atrevían a escribir y exhibir delante de todos los usuarios palabras como tetas, polla o trasero. Cuando NANCY, ESTRELLA o MARA escribían aquello de: Por favor, no me mandéis privis, o gracias, pero porfa, no más mensajes privados, que estoy en el trabajo con el bloqueador de pop-ups y no se me abren las ventanitas..., me parecían como aquellas antiguas y reprimidas señoritas, que guardaban las formas en las verbenas populares de época a costa de negarse a una segunda copita con la cursi frase de: No, otro anisete no, por favor, que me pongo piripi... Sin lugar a dudas, una de mis preferidas era la sección de los usuarios ambiguos porque contaba con sujetos como LUJURIA, AUSENCIA o LIBERTAD. LUJURIA, por ejemplo, practicaba con una naturalidad increíble el doble juego de hacerse pasar por hombre o mujer y, para colmo de versatilidad, indistintamente y a la velocidad del rayo, también adoptaba el rol de Amo-a y sumiso-a, según le venía en gana. En este sentido, la verdad es que me lo he pasado pipa, primero observando, y ¡atreviéndome a jugar después!, con esta especie de reversible ambigüedad a través de los equívocos y, al menos para mí, almodovarianos nicks de ENERGÍA, DELIRIO o PECADO. ¡Hummmmmmmmm!, por cierto, ¡nada me fascinó tanto como jugar a ser pecado...! ¿Será porque siempre me pareció un seudónimo literario? En otro orden de cosas, tengo que confesar que me divertí de lo lindo intentando averiguar el sexo, el trabajo, el estado civil, el lugar de residencia, la edad real y hasta las tendencias psicológicas y el comportamiento de los chat-adictos. Porque otra de las grandes pantomimas de este reducto virtual es que en él, ¡casualmente!, la mayoría de las mujeres miden 1,80, son rubias con ojos azules y gozan de un 90-60-90, en tanto que los hombres son jóvenes, atléticos, musculosos y morenos con ojos negros o verdes, pero eso sí, siempre parecidos, según decían, a algún famoso de la tele. Casi todos los días me levanté con aires investigadores y jugué a ser una intrépida detective o una socióloga que realiza con seriedad una completa estadística y un contrastado trabajo de campo, utilizando métodos un poco canallescos, pero que personalmente me parecían muy eficaces para jugar a destapar las verdaderas realidades de quienes navegaban por allí. El sexo era muy fácil de averiguar, o al menos reconozco que me hizo ilusión creerlo así, quizás porque también creí que una mujer no engaña a otra mujer en lo tocante a esos detalles relacionados con cremas, menstruación, medidas, expresiones y otras cosillas, típicamente femeninas, que pueden entreverse si nos mostramos especialmente atentas. En cuanto al lugar de residencia, tampoco había que ser Albert Einstein para